"Fue duro. Nos costó bastante romper prejuicios, que todavía existen, y muy machistas, tanto dentro como fuera de Sant Ferran. A los compañeros les sorprendía tener a siete chicas en el cuartel e incluso algunos nos trataban con rechazo, sobre todo los veteranos, ya que provenían de la época del franquismo y era la primera vez que había mujeres en la Policía Local". Isidra Escribano es la única agente que queda en activo -las otras están jubiladas- de las siete pioneras que en 1980 ganaron las oposiciones al Cuerpo.

La semana pasada dio charlas a jóvenes interesadas en la nueva convocatoria del Ayuntamiento, innovadora en todo el país porque de las 101 plazas ofertadas, el 40% están reservadas a mujeres. El miércoles, día 23, finaliza el plazo para presentarse y Escribano no duda en animar "a quienes crean que este trabajo les puede gustar, quieran tener estabilidad laboral y seguir promocionándose si lo desean". De los 658 agentes que hay actualmente en la plantilla de la Local, solo el 6% son mujeres, de ahí el impulso que Cort está dando a las féminas.

Han pasado casi 40 años desde que comenzaron las primeras y fueron superando las numerosas barreras que encontraron, no solo los citados recelos de colegas o ciudadanos en la calle una vez dentro del Cuerpo. "Yo ya quería ser policía de pequeña, pero no cabía en la cabeza de nadie que una niña quisiera dedicarse a eso. Era cosa de hombres", recuerda Isidra Escribano. Pero luchó por su vocación, envalentonada en los años de la transición, "cuando empezabas a escuchar que las mujeres podían participar en la vida pública y profesiones antes reservadas a ellos".

El primer consistorio de Palma convocó oposiciones en la Policía Local y, tras las pruebas teóricas, llegaron las físicas. "Éramos entre 90 y 100 chicas, y solo nueve superamos los ejercicios, de las que al final siete fuimos seleccionadas", como cuenta la veterana agente. Critica que "en aquella época no se tenía en cuenta la diferente capacidad física entre hombres y mujeres", aunque se congratula de que esta situación ha cambiado y ahora se evalúa por separado.

"En las charlas -realizadas en la Universitat y el Casal de Barri de Pere Garau- les he explicado las dificultades de mis inicios, pero también que fue posible lograrlo y que hoy en día es más fácil. Las jóvenes están preparadas y tal vez muchas no se deciden porque se continúa pensando que la Policía es para hombres", en palabras de la pionera de Sant Ferran.

Tan claro estaba en los años 70, cuando se construyó el cuartel, que no proyectaron un vestuario para mujeres. "Fue lo primero que tuvieron que cambiar al entrar nosotras". Y llama la atención que hasta la pasada legislatura nadie pensó en adaptarles el uniforme. "Desde el principio decidimos utilizar pantalón, por comodidad, ya que todas queríamos trabajos de acción, pero las camisas eran estándar y nos quedaban anchas, por lo que las arreglabas o vestías hecha un adefesio", destaca. Lo único que las diferenciaba de sus compañeros era el gorro y el bolso para guardar el boletín de multas.

Todo tipo de trabajos

Isidra Escribano comenzó en la torreta que había en las Avenidas para regular el tráfico. "Estar ahí arriba me encantaba. Comprobar que, levantando una mano y con un golpe de silbato, se paraban aquellas máquinas te hacía sentir con súperpoderes", bromea. Ha trabajado además en la unidad de la motorizada ligera, la emisora, en patrullas peatonales y, ahora, el radar de control de velocidad. Siempre ha disfrutado y de esta experiencia saca una conclusión: "He conseguido más dialogando, con empatía, poniéndome en el lugar del otro, que con imposición o represión", compara.

Cree que las mujeres policía "tienen más mano izquierda" para solventar conflictos de ese modo y ella lo pone en práctica en numerosas ocasiones. Valora en especial el trabajo que realizan sus compañeras -tanto en Sant Ferran como en la Nacional- en la atención a víctimas de violencia de género, donde el trato cercano es imprescindible. Estos días se lo ha explicado a muchas jóvenes con ganas de seguir sus pasos, una vocación que la agente Escribano lleva tatuada en la piel en forma de tobillera con el damero típico de la Policía Local.

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