"Uno de cada tres clientes me pide: necesito vivir en algún lugar, local, aunque no sea legal", relata Francisco Kirchhofer, agente de la propiedad inmobiliaria en el Ensanche. Ante el páramo de locales y despachos cerrados, con alquileres de vivienda al alza, él apuesta por el alquiler ético como una fórmula que podría equilibrar este mercado. Al hilo de la Ley balear de la Vivienda que permite cambiar el uso de locales o despachos para convertirlos en viviendas, "flexibilizar la limitación del coeficiente de uso, agilizar los trámites y bonificar a los propietarios". A cambio, éstos ceden su local durante cinco años, financian la reforma y se comprometen a cobrar alquileres "a precio razonable". Entrarían en una bolsa que gestionaría Cort.