Los palmesanos han perdido un punto de encuentro dominical con el cierre del popular Bar Bosch el último día de la semana. El dueño del conocido establecimiento de la plaza de las Tortugas, Onofre Flexas, se ha visto "obligado" a adoptar esta medida "porque el nuevo convenio de hostelería no permite pagar horas extra a los empleados y tendría que contratar a 12 personas más para abrir el domingo, pero no sale a cuenta", lamenta.

Actualmente, tiene una plantilla de 40 trabajadores, ya que también hay un restaurante en la primera planta. La clausura el día festivo ha dejado 'huérfanos' a muchos clientes habituales que acudían al céntrico Bosch a tomar sus famosas llagostes. El horario de lunes a sábado continúa siendo desde las 7,30 hasta la una de la madrugada.

El emblemático negocio amplió su oferta hace tres años con el restaurante, aunque la última gran reforma del bar fue en 2006, cuando cambiaron la barra del local. Sustituyeron la originaria, que estaba muy vieja, por otra nueva prácticamente igual. La cambiaron de lado, por lo que pasó de estar pegada a la pared lindante a la finca contigua a situarse en la parte que da a la calle Brondo. Con ello ganaron espacio en el establecimiento. Las obras se efectuaron sin tener que cerrar el bar y durante unos días convivieron la barra antigua y la nueva, lo que provocó una imagen muy curiosa, aunque la esencia es la misma.

Un cocinero del Gran Hotel, Jaume Bosch, abrió este negocio el 15 de febrero de 1936, pocos meses antes de la Guerra Civil. Hasta entonces había albergado una tienda de ropa y tejidos. La cafetería era más pequeña que ahora, ya que la mitad del local se utilizaba como almacén. Bosch elaboraba su propia bollería y helados, una característica que se mantiene en la actualidad y le da un valor añadido muy apreciado por sus clientes.

Durante la posguerra, en el altillo del bar se desarrollaba una intensa actividad social a base de juegos de cartas, tertulias y peñas. En los años 40 y 50, también se podía ver a menudo al banquero Juan March y, pese al franquismo, era un punto de encuentro de tertulianos, donde la política era el tema principal.

En diciembre de 1979, cuando Jaume Bosch tenía 84 años, el bar fue traspasado por 13,5 millones de pesetas al actual propietario, Onofre Flexas, y su socio, Juan Suau, quienes conservaron la esencia del local.

Con los años se hicieron muy populares las rebanadas de pan tostado con aceite y tomate, pero como era una frase muy larga, a un camarero se le ocurrió la idea de llamarlo llagosta, debido a que el color rojizo se parecía a una langosta. Otro producto muy demandado por los clientes del Bosch son los bocadillos con pan de llonguet, típico de la ciudad. Los camareros también forman parte de la idiosincrasia de esta concurrida cafetería de Palma, ya que "perduran en el tiempo", tal como se congratulan.

Parte de la clientela es habitual, aunque además hay numerosos turistas y esporádicos gracias a su privilegiada ubicación en este cruce de caminos del centro que es la plaza Joan Carles I. Por el Bosch han pasado centenares de artistas y conocidos, lo que llevó al propietario a iniciar un libro de visitas. En la primera página, hay un dibujo y un autógrafo de Joan Miró. Le siguen actores como Fernando Fernán Gómez, Sara Montiel, Mari Santpere, José Luis López Vázquez, Kiko Legard, etc., así como Miquel Barceló, Joaquín Sabina, Serrat y muchos más.