Los vecinos del Paseo Marítimo y de Portopí son testigos en primera línea de la actual saturación turística que se vive en Palma. A los ruidos de los motores de los cruceros, a sus humos contaminantes cuyas chimeneas son visibles a kilómetros de distancia, a los party boats y sus jaranas, sumar la estampa de los centenares de turistas que hacen colas para zarpar a bordo de los catamaranes que les llevan por la bahía. Éstos no molestan, aunque la estampa de masificación en Palma no solo se da al lado de la Catedral y Sant Miquel, también alcanza otras zonas como el Paseo Marítimo y Portopí. Apenas queda un hueco para ver el mar del paseo porque se ha convertido en una marina.