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Me gustan las aceras

Me gustan las aceras

Vivo en una calle que a la altura de mi casa pierde las aceras y se transforma en lo que llaman vía en plataforma única, es decir aquella en la que las aceras y la calzada de vehículos están al mismo nivel. La primera consecuencia es que bicicletas, patinetes eléctricos o no eléctricos, monopatines y otros artefactos con ruedas invaden el espacio reservado para peatones con mayor comodidad y claro, a la velocidad que les da la gana. Habrá quien opine que el hecho de no existir bordillo que separe la calzada de tráfico rodado y la de quien va a pie, es un avance para las personas con movilidad reducida. En mi opinión, mejor avance es bajar al ras la altura de los bordillos en las esquinas y garantizar la seguridad de todo el mundo en todo el trayecto.

Porque, en esas modernas calles en plataforma única, no puedes dejar suelto a un niño pequeño pese a que le hayas enseñado a no bajarse de la acera sin tu supervisión. Como no hay diferencia entre la altura del suelo por el que van los coches y el otro, la criatura arrancará a correr mientras tú, lo persigues aterrorizada y le gritas para que se pare, con lo que el juego del pequeño acaba en susto o en enfado para evitar el drama. Eso si antes no ha irrumpido en la calzada de peatones, alguna de las bicicletas o patinetes citados y se lleva por delante a la criatura o a ti misma.

Frente a la moda de "fuera bordillos", yo reivindico las aceras. Mi propuesta quizás evite que haya más gente con movilidad reducida temporal o definitiva por culpa de atropellos varios sobre las baldosas y sobe el asfalto. Aunque también es verdad que hoy no hay bordillo que arredre a los incívicos sobre ruedas, que son demasiados y van a su aire, ya que, como saben, la vigilancia en las calles desapareció hace años€ en fin.

Como ven, caminar por mi ciudad además de sano y necesario conlleva ciertas dosis de riesgo, aventura, misterio, cabreo, malhumor y miedo.

Menos mal que es una ciudad amiga de los niños, título recientemente concedido quién sabe si gracias también a las cada vez más abundantes calles modernas, sin aceras y con un nombre muy técnico "plataforma única". El jurado internacional que dio a Palma ese honor en defensa de los pequeños, seguramente no ha cruzado las avenidas con un par de críos en hora punta y no ha tenido que esperar en medio de las dos direcciones de tránsito de vehículos con un bebé en un cochecito y su hermana de la mano. Los dedos se vuelven garfios aprisionando a ambos para evitar el más leve despiste que podría ser fatal. Somos ciudad amiga de los niños pero en todos los tramos de las Avenidas, obligan a que estén bien en medio, ahora aprisionados al sol, esperando a que el semáforo cambie a verde. La suerte es que las Avenidas aún no son plataforma única. Pero todo llegará excepto ampliar el tiempo para poder cruzarlas de un tirón.

Por mucho que los modernos urbanistas impongan las calles a un único nivel, opino que son feas impersonales y peligrosas. A mi me parece un timo substituir un bordillo de piedra o de hormigón por una tira de gruesos palos metálicos para evitar que los coches aparquen donde no toca. Es una manera de vulgarizar el paisaje e introducir nuevos obstáculos molestos y aparatosos: los bolardos. Dejemos las aceras en paz y no vendamos como mejora incuestionable su cambiazo por una explanada llena de palos verticales que no permiten aquel juego infantil tan cotidiano de hacer equilibrios, poniendo un pie delante del otro, al seguir la cinta que dibuja un bordillo.

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