En sa Gerreria el desalojo de vecinos ante unos precios de alquiler y de venta inasumibles para la mayoría muestra un barrio de contrastes. Entre los ricos extranjeros que invierten, están los que vecinos de siempre que se han visto abocados a vender tentados por ofertas de muchos miles de euros. Otros han tenido que desplazarse a la periferia en busca de alquileres más asequibles. Y en el escalón inferior, los que han sido desahuciados por fondos buitre.

Un caso aislado es el de Jaume Amengual Ramis, residente en una finca de la calle Hostal d'en Bauló [vea aquí las imágenes], en la que convive con otros vecinos extranjeros. Son de Inglaterra y Alemania. "Les veo poco. Van y vienen", explica.

El propietario de la finca, un alemán que cuenta con otro piso, intentó, sin éxito, quedarse con la casa donde vive este pescador retirado. "A mí no me molestan los extranjeros. Han dejado la finca mejor, estoy contento con estos arreglos, pero mi piso no lo vendo ni por todo el oro del mundo", declara tajante. La finca ha sido reformada, mantiene su tipología con parte de los muros de marés y las persianas mallorquinas que tanto gustan a los nuevos propietarios del centro histórico. Escandinavos en su mayor parte.

Jaume, que nació en el barrio del Molinar, "en es Rotllet", puntualiza, ha convertido su casa en un museo que cuenta su vida pared a pared. Los muros están llenos de artilugios de la mar, maquetas de barcos, algunos de guerra, fotografías, y relojes que señalan horas diferentes.

Jaume tiene 70 años. Vive en sa Gerreria desde 1983. Todos los vecinos le conocen; a él y a su perra. Al principio entró de alquiler. Aún trabajaba faenando en la mar en el San Jorge III, "está en el fondo del mar", detalla, igual que Lolín otro barca de arrastre en la que trabajó.

"Vine de alquiler pero poco a poco lo fui comprando, al principio firmé letras de 45.000 pesetas y luego de 65.000 pesetas. El 1 de junio de 1990 lo acabé de pagar", señala este pescador. Como hombre de mar estuvo tentado de comprar algo en El Molinar. "Me ofrecieron un ático en la calle Timón por cinco millones de pesetas en 1990, pero el dueño se murió y me quedé sin él", explica.

Su estudio en sa Gerreria tiene 45 metros cuadrados. Cuando lo adquirió era más pequeño, pero le añadió unos metros más. Ha pagado por él 3.000.000 de pesetas. Le han ofrecido bastantes más.

"Ofrecieron 500.000 euros por el piso de enfrente, de 100 metros cuadrados; a mí no llegaron a hacerme ninguna oferta, aunque sé que querían, porque yo no vendo. ¡No hay dinero en el mundo para comprar mi casa!", reitera, mientras llama a su mascota que está en el quicio de la puerta, cansada de esperar una nueva caricia de su amo.

Entre los recuerdos de Jaume, las fotografías junto a su pareja, "una finesa que conoció en la playa de Portopí, y con quien viví 14 años en esta casa; luego me quedé solo. Me jubilé a los 43 años, dos años antes de lo que tocaba; estaba cansado de trabajar", confiesa Jaume.

Guarda celosamente libretas en las que fue anotando sus ganancias vendiendo periódicos en el barrio de es Rafal. "Me busqué la vida y me fue bien". Ahora descansa del ruido de las obras que le han dejado la finca hecha un pincel. Baja a la calle "donde la Mari", allí echa lengua. El can mueve el rabo.

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