Carolina Peronneau cerró ayer de Ca La Seu. "No he llegado a ningún acuerdo con los propietarios y estoy cansada: llevo dos años sin vacaciones", cuenta. Su contrato de alquiler expiraba en 2020. "No sé qué voy a hacer, aún. Son diez años de mi vida en este local", cuenta. Ayer noche sirvió las últimas tapas a una clientela que lamenta otra clausura en una zona de Palma, sa Gerreria, que acusa la gentrificación.

El empresario sueco Jimmy Brodesson es una de los que está detrás de la inversión de la finca de Ca La Seu con el objeto de convertirla en pisos de lujo, tal y como se ve en anuncios. Es el mismo que promociona casas a tres millones de euros en la cercana Puerta de Sant Antoni.

Con el cierre de Ca La Seu se liquida la huella de la antigua espartería, uno de los más antiguos de Palma ya que hay noticias de él desde 1510. Los hermanos Monserrat dejaron en herencia la espartería a abogados y amigos de la familia ya que no tenían herederos directos. Hasta ese momento, este negocio que una vez visitó la mujer de Picasso como narró el escritor Avelino Hernández tras escuchar a Andreu Monserrat que una de las esposas del pintor, "no sé cuál", se encaprichó de una sarria hecha por Josep Monserrat Quetglas, padre de Andreu, Maria Magdalena y Tomeu, los últimos de la cordelería Ca La Seu. "No lo vendería por nada del mundo", la dijo al escritor.

Cuando en 2010, Malaki Kerrigan y Carolina Peronneau se hicieron con el local mantuvieron la atmósfera del lugar, que es comercio emblemático de Palma. Ahora, nadie sabe en qué quedará esa huella de la historia comercial de sa Gerreria, que debe su nombre a vender alfombras a la Catedral para calentar la piedra y que los fieles no se helaran ni rodillas ni pies.