A dos palmos de sus casas, los cruceros son la "pesadilla" de los residentes en Portopí. Llevan años quejándose por el ruido tanto de motores que dejan encendidos, como de la música y megafonía que se les mete en la casa. Ningún vecino quiere ir a esas discotecas de las ciudades flotantes para las que un amplio colectivo de entidades vecinales, ecologistas, personajes populares y personas de a pie han firmado un manifiesto en el que piden "límites a un modelo de turismo insostenible y no deseable".

"No hay derecho que estas moles amarren pegadas al paseo Marítimo. ¿Te imaginas lo que significa abrir la ventana de tu casa y encontrarte estos megacruceros de trece pisos enfrente? Cuando llegan, todos los cristales de la casa tiemblan. Ponen la música de día y noche, y algunos como el Aida arriba al puerto con música a tope. Es insoportable. Además de la contaminación que sufrimos,¡si es que se ve el humo de las chimeneas como va al bloque de viviendas del paseo Marítimo!", enumera Bàrbara Flaquer. Desde su casa, asiste a "la invasión" de estas ciudades flotantes, algunas con más de 6.000 personas en su interior.

No es la única vecina del barrio que se ha quejado a la policía del puerto. Xavier Abraham, presidente de la asociación vecinal de El Terreno, cuenta que "hemos denunciado el ruido de las discotecas de los cruceros" así como la del ruido de los motores en marcha a la Autoridad Portuaria de Baleares.

Desde la APB, a la que se le pide "control diario de los impactos medioambientales" y su difusión, su respuesta ha sido la siguiente: "No somos nosotros los que hemos de decir nada. Es la sociedad la que se ha de pronunciar. El destino marca el modelo, el puerto adapta la infraestructura".

La respuesta civil sigue escuchándose. En dos días se han recogido casi 5.000 firmas en una campaña que cuenta con apoyos significativos como los de Miquel Barceló, Carme Riera, Maria del Mar Bonet, Jorge Dezcallar, Agustí Villaronga y Camilo J. Cela Conde, entre otros.

Palma es la segunda ciudad más contaminada a causa de los cruceros que pueden atracar en el puerto de Palma entre cinco y siete a la vez, dejando en tierra a más de 15.000 cruceristas que saturan la ciudad, sobre todo el centro histórico, con un aporte a la economía local "mínima", según las entidades firmantes del manifiesto.

Este dato es cuestionado por la patronal del comercio que unida a empresarios de restauración, taxis y otros sectores, sostienen que el impacto del turismo de crucero es "positivo", motivo por el cual se oponen a cualquier límite.