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Comercio

Tomeu, el barbero de sa Calatrava

La barbería del barrio sigue siendo un oasis en el que suenan el afeitado a cuchilla y el 'What a Wonderful World' de Armstrong

Tomeu Pericás, el barbero del Temple que escucha jazz mientras afeita. manu mielniezuk

Suena la voz y la trompeta de Louis Armstrong en la barbería Tomeu. Toni, un cliente, mueve los pies al ritmo de What a Wonderful World, una canción que levanta el ánimo al más triste, mientras Tomeu Pericás apura el cogote de pelos molestos. "Au idó", le dice al rematar el servicio. Todo en orden en este negocio que es un reducto de tranquilidad en sa Calatrava. Él lleva aquí 26 años. En el oficio, 44.

"Mi padre me enseñó. Él había trabajado con los mejores como Jubensa y Dandy, que acaban de cerrar. A los 14 años acabé los estudios. ¡Siempre me ha gustado la peluquería! Cuando veo entrar a uno, ya le veo el corte que necesita", asegura.

Discos de la casa Belter como Vacaciones en Mallorca, una caja registradora del modelo 79 de la NCR, un ejemplar de principios del siglo XX difícil de encontrar y que Tomeu adquirió por internet, por lo que es mencionado en una revista que recoge algunos tesoros alojados en The National Museum of American History.

En su barbería-museo también hay una bacina que perteneció a un nonagenario que regentó una barbería cercana. "Me contó que los señores de las casas 'buenas' de Palma iban acompañados de sus mozos a la barbería para que les aguantara la bacina", detalla.

Antes de instalarse en el antiguo barrio de curtidores, su padre abrió una barbería en el Molinar, de 1961 a 1978. Su hijo entró a trabajar con él en aquel negocio que se bautizó como Peluquería Tomeu y junior. El junior creció, se volvió un especialista en cortes a tijera y otros afeites hasta que les alcanzó la crisis y el hijo mudó trabajo. Regresó al enterarse que se había jubilado el anterior barbero de sa Calatrava.

"Vendí mi piso para pagar el traspaso. Me encanta mi trabajo", justifica.

Se alegra de "la moda de las barbas" porque "han dado vida" a un oficio que ha resurgido en los últimos años.

Pese a la bonanza que vive el sector, Tomeu Pericás, al margen de modas de bigotes y cortes a lo hipster "tengo un par de clientes de éstos", apunta, añora otros tiempos.

"Me gustaba el ambiente familiar que había. Los debates eran encendidos, política, fútbol. El cliente o se moría contigo o morías tú pero aunque parecía que nos íbamos a matar, todo acababa en risas. Hoy ya no sucede porque todos tienen prisa", expresa.

Entre sus recuerdos imborrables, un sábado, y entre los clientes, Miquel del Forn de sa Pelletería. "Mi hijo tenía que irse y no lo hizo porque la conversación, las risas, prolongaron la jornada. Solo en propinas (él iba a buscar las bebidas) se ganó 2.000 pesetas", cuenta. Eran tiempos de largas colas los días de fiesta como Nochebuena y Nochevieja. "Llegué a despachar al último cliente a las 23 horas de la Nochevieja", narra. ¡Claro que te daban hasta 1.000 pesetas de propina!", agradece.

Tomeu Pericás sigue al pie de la barbería. Tiene 58 años. Está tranquilo a pesar de no tener relevo en la barbería.

"Mi hija es peluquera pero lo dejó; y los otros dos hijos no quieren trabajar en esto", cuenta el barbero del Temple. A él le queda cuerda. Suena What a wonderful World pero acabará con un rock de Rolling Stones o un tema de Tina Turner. "Los sábados pongo la música más alta; cuando estoy solo", cuenta. Sonríe. Y cierra.

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