Durante décadas entre la calle Ferreria y la plaza de Raimundo Clar un viejo edificio mostraba sus costuras. Sobre uno de los arcos de entrada se leía un letrero: Herederos de Vicente Juan (A) Ribas, deslucido por el paso del tiempo. La primera fábrica de telas de algodón -las llistes- y mantas de lana se abrió en Sa Gerreria. Su fundador Vicente Juan Rosselló, impulsor del emporio textil iniciado por su suegro Gabriel Ribas, tejedor y tintorero, tuvo visión de futuro. Llegó a abrir cinco centros más.

Con la misma perspicacia, Toni Oliver, Jaume Mascaró y Miquel Ramis, han convertido el edificio fabril en Fils Suites, abierto ocho meses. Lo compraron en 2015 a la UTE integrada por el Ayuntamiento, Sa Nostra y la constructora Llabrés Feliu, "visionarios en remodelar la zona solo que en 2008 les pilló la crisis", comenta Oliver.

Él y sus socios se hicieron con algunos de los locales de la plaza, donde hoy se encuentran negocios de restauración y otros que están aupando una zona llena de contrastes. A dos manzanas, los inquilinos que están sufriendo la amenaza de desalojo por las presiones de un fondo buitre y en la calle de Ferreria están las prostitutas.

"No queríamos un oasis por eso no damos servicios, queremos que quien se aloje aquí haga vida de barrio y vayan a la plaza", explica Oliver. "Estamos en contra y denunciamos los desahucios; los vecinos afectados tienen nuestro total apoyo. En cuanto a las prostitutas, ellas llegaron antes; no moveremos un dedo para que se vayan. Nos regalamos décimos de lotería con Loli. Queremos ser vecinos. Vivo en el edificio de Fils", cuenta el empresario, que se declara "llonguet total".

La conversión del inmueble en alojamiento turístico -está clasificado como Turismo de Interior- ha puesto al descubierto su pasado. Bajo la mirada de la arqueóloga municipal Magdalena Riera, los arquitectos Claudio Hernández y Blas Segarra, han propiciado una remodelación respetuosa con un edificio que está catalogado.

Entre los hallazgos que han surgido en paredes, grafitos que indican su historia como cuartel de artillería. En una de las habitaciones se ha mantenido un curioso grafo en color rojo en el que se lee 6ª compañía, número 10, litera 10. Ha querido el azar que ese cuartel acabase convertido en fábrica especializada en mantas militares en el XIX; hoy en apartamentos.

También se han restaurado algunas bóvedas que surgen en las habitaciones de este alojamiento abierto nueve meses atrás y que cuenta con 17 apartamentos y 15 habitaciones, a precios que van de 90 a 300 euros.

"Nuestros principales clientes son alemanes, ingleses, suecos y también españoles. Entre 30 y 70 años de edad. Está muy enfocado a familias o para clientes de larga estancia. Por ejemplo, se han alojado aquí algunos de los cantantes de la temporada de ópera del Teatre Principal", comenta Oliver.

Él apostó antes por la zona al abrir Can Blau, la "apuesta bohemia", describe. "No había quien se acercara a la plaza. Estábamos Ca na Juanita y Flassaders", cuenta. Pondera la marca Palma. "El que viene a la ciudad es viajero, que quiere imbuirse de la vida urbana, conocer las costumbres de los mallorquines. Sentirse local". No cree que esté saturada: "Las 4.500 plazas turísticas es la capacidad de tres hoteles de MagalufLa saturación es en la isla. No deberíamos crecer más", dice.