Las okupaciones se han convertido en algo rutinario en Son Gotleu, un barrio deprimido, azotado por frecuentes conflictos sociales y en el que los fondos buitre acaparan cientos de pisos que compraron a los bancos a precio de saldo. Estos inmuebles son recuerdo de una crisis que se tradujo en miles de desahucios y a día de hoy objetivo prioritario de quienes buscan un techo libre de hipoteca y alquiler.

Este diario fue testigo ayer de una de estas okupaciones, un piso situado en la calle Tomàs Rullan propiedad de Divarian S.A., fondo buitre que a finales de 2018 compró el ladrillo que estaba en poder del BBVA y que tiene una notable presencia en Son Gotleu, donde suma al menos 120 viviendas.

El inmueble había sido objeto de varios intentos fallidos de okupación. Inicialmente la entrada fue reforzada con una puerta de metal y, el martes, fue directamente tapiada. Sin embargo, un grupo de jóvenes se personó a mediodía en el rellano aprovisionados con un martillo y una azada,derribaron el tabique en segundos, abrieron la puerta y se encerraron con un candado.

"No importamos a la ley"

Los jóvenes ya habían conseguido acceder a la vivienda el lunes. El martes por la mañana lo abandonaron momentáneamente para almorzar y cuando regresaron se encontraron la puerta tapiada. "Llamé a un albañil para que viniera porque yo ya no tengo miedo a nadie", argumentó Ginés Quiñonero, histórico líder vecinal del barrio y presidente de la comunidad de vecinos de la finca en la que se ubica el piso.

"Los vecinos sabemos defendernos. Si nosotros no importamos a la ley, la ley tampoco nos importa a nosotros", indicó Quiñonero, consciente de que no tenía permiso para tapiar un inmueble que no es de su propiedad.

Vea las imágenes de la okupación.

Los jóvenes defendieron su derecho a permanecer en un piso que lograron abrir unas horas antes. Y expresaron su nerviosismo porque habían dejado dentro pertenencias y un perro de corta edad que se quedó encerrado al tapiarse la puerta y que fue rescatado en buen estado.

Después de conseguir abrir de nuevo la vivienda, los jóvenes limpiaron los restos de la tapia, pasaron un grueso candado por la cerradura y varios de ellos se encerraron dentro con la promesa de que no volverán a dejarse sorprender.

Tres agentes de la policía nacional se personaron en el inmueble minutos después, alertados por los vecinos. Demasiado tarde. Los okupas habían logrado su objetivo y los agentes solo pudieron intervenir para evitar que los jóvenes se encararan con Quiñonero.

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