La tenue llama alumbra a los penitentes en su pausado avance por las calles del casco antiguo, la cera gotea lentamente y las velas permanecen rígidas pese al calor del fuego y las muchas horas que duran las procesiones. El secreto para que los cirios y atxes típicos de Semana Santa tengan más luz, un menor goteo y no se doblen lo conoce bien el maestro artesano de la centenaria Cerería La Real, Guillem Ramis, que regenta con su hijo, Nicolás, el único obrador que queda en Mallorca de cirios y atxes. El primero es cilíndrico y los otros tienen forma de prisma, y ambos iluminan a los cofrades, aunque cada vez menos, porque la competencia de la producción industrial en la península hace mella en un taller familiar que "funciona casi igual que cuando se abrió", destaca.

La cuarta generación está al frente de este negocio abierto en 1898 por el cerero Bernat Simó, que era el padrino de la madre de Guillem. Margalida Carbonell aprendió el oficio y su marido, Jaume Ramis, le ayudaba por las tardes, y después su hijo, quien nació entre las cuatro paredes de la cerería de la calle Can Socies 1, en el Secar de la Real. El legado de la fabricación de velas artesanales se ha ido transmitiendo hasta la actualidad, aunque hoy en día lo valoran más los extranjeros que acuden a la tienda de la plaza del Hospital, feligreses de la iglesia de La Sang y clientes con un elevado poder adquisitivo, que compran las candelas para adornar fiestas y bodas de alto copete.

Los únicos altares alumbrados con cirios de La Real son los de la Catedral y La Sang, y solo algunos templos acuden en Semana Santa "para adquirir un cirio pascual, que les dura un par de años, ya que lo encienden un rato", explica Guillem. El número de cofradías también ha disminuido durante la última década y las habituales son una decena de la Part Forana y una de Palma, La Salle, de las 33 existentes en Ciutat, pese a que los precios son módicos: 7,5 euros por un atxa hexagonal, siete por una de flor y 6,5 por la cuadrada. "Cuando se sujetan como toca, en diagonal y sin girarlos cada cierto tiempo, pueden durar hasta dos grandes procesiones, la del Jueves y el Viernes Santo". Acceda aquí a la galería de fotos.

Los cirios industriales queman más rápido, se apagan con más frecuencia y gotean más, detalla el artesano. Si a ello se añade que los penitentes los giran para evitar que la cera caiga al suelo al ver que el corte de la parte de arriba está en pendiente, este tipo de velas se acaban antes. "Por eso, al final de una procesión hay cofrades que tienen quemados 30 centímetros y otros hasta 60 centímetros", tal como compara.

Sin embargo, la competencia y la moda de los cirios de colores a juego con las capas -alejada de la tradición de Semana Santa- han provocado que la producción de La Real haya disminuido de 3.000 a 300 atxesGuillem no pierde la esperanza de que lo artesanal sea reconocido de nuevo. Y además, son pioneros en ecologismo, ya que desde hace dos décadas reciclan la cera que sobre en la iglesia de La Sang.