Los empresarios catalanes Riera-Marsá hicieron de Mallorca su lugar de negocio en el mundo turístico. De las famosas papillas, el hito de la industria alimentaria de los años 40 que fundaron los hermanos Federico y Nicolás Riera-Marsá, al eslabón en hoteles en el norte de la isla y ahora en el centro de Palma, ubicado en el antiguo hostal Apuntadores que dirige el nieto Pablo Riera Marsá. Entre medias, el padre, Esteban, descansa en su jubileo mallorquín. El negocio está en buenas manos.

En la calle Apuntadores hay un nuevo inquilino: al viejo hostal que durante años regentó una británica y que mucho antes fue sede de es Refugi se le ha dado una vuelta de tuerca . Ahora en manos de la empresa Uep! se ha convertido en Apuntadores 8, un estilo de negocio parecido al bed and breakfast.

"Buscábamos expansión y queríamos tener algo en el centro de la ciudad. Palma está saturada de hoteles boutique a precios elevadísimos, y hemos visto un nicho de mercado en viejos hostales, pensiones, hoteles de dos estrellas", cuenta Pablo Riera-Marsá.

Abierto la semana pasada, el éxito respalda la inversión que busca afianzarse con precios que van desde los 70 a los 110 euros con desayuno incluido. La reforma ha cambiado el interior, los sótanos, las 27 habitaciones, la terraza "la mejor de Palma", asegura el heredero de los Riera-Marsá, que se llevó a cabo en seis semanas. "¡Ha sido de locos, porque el anterior hostal seguía funcionando hasta el 6 de diciembre y yo entré el 4 de enero con pico y pala!", sonríe.

El interiorismo busca "hacer lo esencial de forma brillante, y dejar de lado todo lo demás", un dicho al que recurre el joven empresario. Los tonos verdes provenzal, texturas y mobiliario cálido al gusto de un cliente variado que huye de la frialdad de algunas cadenas hoteleras y que prima la ubicación a detalles más superfluos; y desde luego a precios asequibles.

"La clientela es de fin de semana junto a peticiones más largas en invierno de personas que vienen a trabajar en yates grandes en STP; además de tripulaciones que se alojarán cuando haya regatas internacionales como la Copa del Rey", cuenta Pablo, que conoce bien el mundillo náutico.

En plena calle Apuntadores, el bullicio no alcanza salvo los días de crucero. "No creo que Palma muera de éxito, y creo que se ha hecho muy bien en regular el turismo vacacional. Palma era una ciudad muerta, y ahora está muy animada. El único colapso procede de los cruceristas. No creo que aportan tanto a la economía de la isla", piensa el dueño del hostal.

Si en la calle Apuntadores quedaron atrás historias canallas, en el número 8 se ha hecho realidad que pernoctar hoy en el centro de Palma no es solo apto para turistas ricos.