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Palma a Palma

Regreso al futuro

Regreso al futuro

La tentación de la intertemporalidad siempre está presente. Muchas veces imaginamos el encuentro con nuestro yo del pasado, o del futuro. Y el diálogo entre dos épocas distantes. El hecho es que esas imaginaciones metacronológicas nos proporcionan un secreto placer. Una especie de ingravidez leve del conocimiento. Como cuando pasamos por delante del sitio donde hubo una tienda o un café, y nos parece poder navegar entre esos dos tiempos.

Un pensamiento que me resulta recurrente es imaginar qué diría un hombre del pasado al ver la actualidad. Pero no un talayótico, ni un medieval. Bastaría con un hombre o mujer de los años 80. Las sorpresas serían máximas.

En ese 'regreso al futuro', el habitante de los 80 se sorprendería en primer lugar de la abundancia de móviles. No sabría interpretarlos como teléfonos, porque en esa época los aparatos telefónicos solo servían para hablar. "¿Qué hace toda esa gente con esa cajita luminosa en la oreja o pasando el dedo por ella?", se diría. Resultaría difícil explicarle que son como un ordenador en miniatura, sencillamente porque en esa época no se sabía qué era un ordenador.

Probablemente, se quedaría estupefacto ante el aspecto de muchos de los paseantes. Algunos le parecerían Mickey Mouse, con esa especie de orejones postizos con los que caminan tranquilamente. Cualquiera le explica que son auriculares.

O esos otros que llevan una especie de macarrón blanco permanentemente metido en la oreja. Y encima hablan solos por la calle. El hombre del pasado alucinaría con la cantidad de patinetes que cruzan raudos por las calles. En aquel tiempo eran solo cosa de niños. Tampoco sabría explicarse porque muchos van en pleno invierno con los tobillos al aire. "¿Es que se han olvidado los calcetines en casa?", reflexionaría.

Le asombraría la abundancia y tamaño de los televisores en bares y restaurantes. Todos de un color vivísimo. Lo mismo que los chalecos fosfis de muchos operarios, como si fueran salvavidas del Titanic.

El mundo actual le parecería ruidoso, confuso, hostil. Carísimo, porque entonces el alquiler suponía apenas un 10% del sueldo. Y todo el mundo podía ir a comer a un restaurante sin que fuera un gran lujo.

Lo único que no le sorprendería sería la actualidad política. Allí el regreso es al pasado.

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