La herencia del famoso pastelero Miquel Pujol, al que todos conocieron como Miquel des Forn o Miquel de Pelleteria, está en las manos de sus dos hijos Joan y Miquel. Es un legado dulce que se asentó en Son Ferriol, cuatro años atrás, y que ahora va a tener sede en Palma. Se llama 'La vida dolça''La vida dolça'.

"Los clientes nos pedían que viniésemos al centro de Palma; ahora ha llegado el momento y a finales de febrero abriremos este nuevo local", cuenta Joan, el menor de los hijos que sigue la tradición de hornear los famosos cremadillos que le enseñó su padre desde que era pequeño.

'La vida dolça' va a tener de esta manera dos panaderías. "Mantenemos la de Son Ferriol porque nos va bien, y ahora en la de Palma queremos dar un paso más allá al abrir la cafetería", señala Joan Pujol.

Ubicados frente al Banco de sangre, muy cerca de la plaza Abu Yahya, confirma que "es una zona dinámica, que nos gusta, muy bien comunicada; es idónea y podemos asumir los gastos, porque el centro de la ciudad está muy caro", cuenta el panadero y pastelero.

Miquel Pujol falleció en 2014. En un mes de febrero, justamente. Su local en la calle Pelleteria número 8 no ha vuelto a abrir. El barrio le echa de menos. En los últimos años, desde el horno del viejo local preparaba a puerta cerrada y siempre por encargo porcellas o bacalao relleno y ensaimadas agridulces que le dieron fama. Fueron sus cremadillos, sin embargo, los que le dieron pasaporte internacional.

Una vez abierta la segunda panadería pastelería "nos repartiremos entre ambos locales", comenta Joan. Su padre no les animó a seguir en este oficio porque "es muy esclavo", pero los dos hijos de Miquel de Pelleteria no se han resistido y siguen con las manos en la masa.

Ahora avanzan en lo aprendido y aportan su sello. Son el cuarto eslabón de una generación pastelera que inició el bisabuelo que aprendió el oficio de panadero en Argentina. A su regreso a Palma en 1914, abrió el Forn de sa Pelleteria, que continuarían sus herederos.

"Seguimos usando las recetas de mi padre que están recogidas en tres libros sin publicar. Son el fruto del trabajo de la familia", contaron el año pasado a este diario.

Ahora, mientras los albañiles revocan las paredes y se va dando forma a la segunda 'La vida dolça', seguro que Miquel del Forn sonríe.