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Si yo tuviera una barquita en el Molinar

El pequeño puerto del Molinar. àngels fermoselle

He dedicado diez años de mi vida, junto a muchas otras personas, a dos luchas ciudadanas en las que hemos triunfado? en teoría. En la práctica aún estamos pendientes de que se materialicen.

La primera, la reivindicación del Parc de les Vies ocupó nuestro pensamiento y nuestra acción de manera intensa entre los años 2004 y 2009. A día de hoy, se ha construido una primera fase que supone un tapón para las pretensiones de meter miles de coches más hasta prácticamente la plaza de España. La siguiente fase, la más importante, ha entrado en el olvido. Pero la resucitaremos.

La segunda, la lucha de la campaña Al Molinar, Port Petit, nos ha ocupado desde el año 2013 y sigue viva, sí, aunque hayamos ganado? en teoría.

El triunfo ciudadano por el cual se garantiza la no destrucción del encanto de la costa del Molinar, conservando su pequeño puerto, se empezó a demostrar cuando todas, las candidaturas electorales de las pasadas elecciones locales, excepto una, firmaron, un día soleado, en el mismo paseo del Molinar su compromiso para hacer realidad el mantener las dimensiones del puerto. Y la una que no firmó, nunca dio su apoyo explícito a la aberración propuesta: crear un forúnculo de hormigón, que desvirtuaba el paisaje y se apropiaba de nuestro mar, para beneficio económico y disfrute de unos pocos.

Paradójicamente, quien promovía la barrabasada era un humilde club marítimo centenario que no tenía dinero ni para mantener en un estado de dignidad las instalaciones que gestionaba. Incomprensible. En algún escondido recoveco tenía que haber alguna trampa. Alguien se las prometía felices porque pensaba ganar una pasta. Que se defendiera lo indefendible con tanto ahínco, lo demostraba.

El otro día leí en algún sitio que la mentira carcomía la sociedad. Es algo ya sabido, pero recordar algo tan obvio, a mí me reconfortó.

¿A qué viene hablar ahora de mentiras? Pues a que han sido argumentos recurrentes y falsos los que pretendían justificar la creación de un puerto cuatro veces más grande al actual para poder albergar embarcaciones más grandes que las que hay actualmente. Y lo que es más grave, esos mismos argumentos los mantienen aún hoy porque parece que no dan su brazo a torcer.

¿Y cuál es la situación actual?

Por un lado, el club que era concesionario del puerto, tan solo tiene una prórroga en su ocupación temporal que caduca en marzo. Su concesión caducó hace más de un año.

Por otra parte, Autoridad Portuaria de Baleares ha hecho un proyecto maravilloso que se debe comenzar a ejecutar en menos de un mes, por el cual se rehabilita todo el puerto con su edificio, se construye una escuela de vela y se abre todo a la ciudadanía ampliando el paseo peatonal y quitando barreras. La guinda del pastel es la voluntad manifestada varias veces de que quienes gestionen ese fantástico espacio que respeta la imagen y el tamaño del puerto, sea un club marítimo como el actual, que parece tener muchas papeletas.

En resumen: la administración pone mucho dinero para dotar a la ciudad de Palma de un puerto que puede administrar un sencillo club porque la gran inversión ya está hecha. La gente gana en paisaje, en conservación del Patrimonio y puede acceder a usos relacionados con el mar.

Es un proyecto consensuado con la ciudad que evita la destrucción del bienestar de todo un barrio, hecho que habría provocado cualquier puerto mayor al actual. No crean más falsedades.

Si yo tuviera una barquita en el Molinar estaría dando saltos de alegría por el puerto que me van a dejar y también estaría seriamente preocupada por los palos en las ruedas que alguien está poniendo, con falsos argumentos, para retrasarlo. Mi preocupación se transformaría en cabreo si perdiera mi amarre por culpa de que unos cuantos se sigan obstinando en querer robarnos el mar y ganar dinero. Y si quienes tienen una barquita en el Molinar no dan saltos de alegría por una cosa ni se cabrean por la otra, entonces habrá que considerarles cómplices.

Es muy difícil ganar luchas ciudadanas en defensa del interés general. El esfuerzo es enorme y cuando la administración actúa con inteligencia y atiende lo que es justo, es de agradecer. Porque aquí no ganará la mentira, esa que carcome a la sociedad.

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