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Palma a Palma

Silencio

Silencio

En algunos trenes de la Península, existe un departamento especial de silencio. Significa que allí no se debe hablar con el móvil ni poner música. No hay televisión. Es una especie de reducto dentro del ferrocarril, que a veces es algo así como centrifugadora de sonidos de todo tipo.

Teniendo en cuenta las características de nuestra época, cada vez se hace más patente la necesidad de unas cápsulas de silencio. Algunos lugares donde la ausencia de sonidos agresivos esté garantizada.

Hace años, en muchos bares no había televisión. O bien se accionaba solo con motivo de algunos partidos de fútbol. Hoy en día, es difícil no encontrar un bar o café sin una televisión gigante. Vomitando a todas horas músicas y noticias. Acaparando la atmósfera sónica del local. Lo mismo que muchos restaurantes, que parecen entender una extraña relación entre gastronomía y programación televisiva. De manera que a veces cuentan incluso con varios televisores en un mismo lugar.

Nuestra cultura se ha apantallizado al máximo. Es decir, parece que las cosas que no salen en televisión, en el móvil o la tablet no existen. Como si el silencio fuera simplemente un "error 404". Un defecto del programa. Una ausencia del sonido.

Ello es un gran error. Porque el silencio es una materia por sí misma, no un defecto. Lo que ocurre es que cuando toda la vida interior está proyectada hacia el exterior, no se soporta el corte de programación. Porque se ha perdido el canal que lleva hacia uno mismo. La vía que conduce al interior.

De la misma manera que hay que reivindicar la sombra, o el espacio no iluminado, es urgente dar categoría al silencio. Porque el silencio en sí mismo es un significado. No es un espacio vacío, sino que está lleno de contenidos. El silencio habla. Y nos ayuda a entender esas otras cosas no tan elementales del mundo y de nosotros mismos. Es una pedagogía.

Ya lo decía Confucio: "El silencio es un buen amigo que nunca traiciona".

Triste mundo el que no sabe apreciarlo.

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