No me gustan el ruido que hacen los fuegos artificiales (quien tiene o ha tenido perros sabe lo mal que lo pasan), pero ya es una tradición subir a la azotea de turno, después de las campanadas, a ver cómo la ciudad se ilumina. Y esta Nochevieja me encontré esta escena a medio camino entre un belén moderno y una pelicula bélica.