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Mujeres de hoy

Alexandra Wijkman Donovan: "Los suecos han venido para quedarse salvo que se llene de compatriotas"

Actriz y profesora de yoga, fue la primera en abrir un centro de terapia en el muy 'nórdico' Santa Catalina

A Alexandra la conocen por Sandra; en la imagen en postura de vriksasana o del árbol. Guillem Bosch

Cual pez que se muerde la cola, Alejandra Wijkman Donovan aventura lo que podría pasar en poco tiempo con la comunidad sueca en Palma: "Si siguen subiendo los precios y continúan viniendo suecos, dejará de interesarles la ciudad".

Nacida en Estocolmo en 1971, Sandra, que por ese nombre la conocen todos, es una pionera en enseñar yoga en el muy 'escandinavo' barrio de Santa Catalina. Reconoce que en los últimos tiempos "los mallorquines nos miran distinto". Ella apuesta por sumar.

Conoce Mallorca desde que era una niña, aunque no sería hasta 2004 cuando se establecería con su marido. "Queríamos educar a nuestro hijo en un ambiente menos hostil, cerca del mar, en contacto con la naturaleza", comenta. Venían de Nueva York.

"Fue más difícil de lo que pensábamos. España estaba en crisis, el yoga era inexistente y me costó encontrar trabajo", cuenta. Hoy respira. Su centro Earth Yoga es una referencia para los seguidores del yin yoga, vinyassa yoga y kundalini yoga.

¿Buscó la terapia del yoga o le encontró a usted?

Durante mucho tiempo estudié teatro en la escuela de Estocolmo, después me fui a Nueva York y en la escuela de teatro se impartía yoga una vez a la semana. Para mí fue una experiencia muy fuerte que me cambió la vida.

¿De dónde surge su vinculación con Mallorca?

Siendo niños, veníamos con mis padres; al separarse, ella se compró una finca en Sóller y se mudó en 1987. Mis hermanos y yo nos quedamos con mi padre pero veníamos cada año a la isla. Después, tras diez años en Nueva York, queríamos otro lugar menos duro para educar a nuestro hijo. Además aquí estaba mi madre.

¿Respondió el 'paraíso' a sus expectativas?

El primer año y medio nos fue muy difícil; nos costó encontrar trabajo en lo nuestro. Después trabajé en el centro de yoga Bodhana en Portals, y en otros lugares yo acudía con mis esterillas a dar clases. Me contrataron en el centro de la calle Brondo en Palma y aquello fue mi plataforma. Después, decidí instalarme en un local en la calle Sant Magín.

Como sus compatriotas, ¿atrapada por Santa Catalina?

Aunque ya empezaba a estar de moda, lo primero que me atrajo fue el local y que el barrio era más abierto, alternativo, con restaurantes vegetarianos, más conectado con mi filosofía, que en la zona del centro de Palma. Fueron cinco años estupendos pero el local se quedó pequeño, y los precios empezaron a subir; me mudé un poco más arriba hasta encontrar esta antigua carpintería.

¿En qué lengua da sus clases?

Tengo alumnos internacionales y también locales. De común acuerdo, hemos optado por el inglés porque todos lo hablan.

Habla castellano perfectamente, y ¿catalán?

Debo reconocer que, aún sintiéndome muy integrada, mi círculo de amistades son extranjeros pero no suecos, precisamente. La verdad es que sí he pensado varias veces en que debería aprenderlo pero entre que los propios mallorquines no me hablan en su lengua, y que en mi trabajo los alumnos son preferentemente extranjeros, no me he esforzado en aprenderlo.

¿Conoce el término gentrificación?

¡Sí, y me parece mal lo que está sucediendo! He notado que algunos nos miran diferente. Yo no soy una sueca rica. Aquí hay gente con dinero pero también hay muchos como yo que vivimos más humildemente. En mi opinión, lo que más necesitamos es gente que quiera aportar a la comunidad y no los que vienen, compran, venden súper caro y se van. ¡Esto lo he observado y es muy común! Falta esta consciencia de ayudar para que los mallorquines no se sientan mal. Dicho esto, también es justo reconocer que son muchos los extranjeros que han hecho cosas buenas.

¿Los suecos han venido a Palma para quedarse?

¡Por el momento, sí! Mi percepción es que se enfocan en un lugar y luego cambian. Creo que si siguen viniendo compatriotas y los precios siguen subiendo, acabarán por no venir.

¿Cómo la trataron los mallorquines cuando llegó?

Yo no había estado en Mallorca desde los años 80. Así que cuando volví en el 2004, procedente de Nueva York, donde lo habitual es que todos te abran sus casas, aquí no ocurría. Eran muy correctos pero cada uno en su casa; no creo que sean cerrados, es otra cosa. Sus costumbres son muy diferentes.

¿Qué tiene Palma que atrae a sus compatriotas?

Hacen lo que todo el mundo. Si hay uno que elige el lugar, todos los demás quieren ir. Son muy uniformes. Y, desde luego, les gusta el clima y que es una ciudad bonita, que tiene de todo, y es segura. Que haya una escuela sueca, ayuda mucho.

¿Cómo es el perfil del sueco que vive en Mallorca?

La mayoría han tenido un negocio en Suecia, sobre todo en Estocolmo, han ganado dinero y se establecen en Palma también como inversión. También son parejas en la que uno de los dos trabaja y va una o dos veces al mes a Estocolmo. Hay escritores famosos, gente con mucho dinero; pero también hay suecos como yo, que viven más humildemente. Creo que para muchos, Palma va a ser un destino temporal.

En la misma calle, cuatro centros de yoga. ¿Estamos en un barrio Om?

Nosotros fuimos los primeros pero no me importa que hayan abierto más. Hemos hablado y cada uno hace un tipo de yoga. No hay problema.

¿El yoga hace mejores personas?

(Risas) ¡No siempre!

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