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Palma a Palma

Celajes

Tonos pastel en el cielo.

Hemos pasado unos días de grandes celajes. Esos escenarios celestes que se organizan en el lapso de la puesta de sol, y que sumen a la ciudad en una especie de pintura flamenca. Los celajes se tiñen de tonos muy pasteles. Desde el azul claro al rosa, pasando por un amarillo vivo, otro dorado, y algunos retazos incluso de blanco. Y esa riqueza de paleta, lo que hace es contrastar con la realidad de la ciudad.

Te colocas por ejemplo en uno de los múltiples puentes que cruzan la Vía de Cintura, lugares por cierto nada idílicos, y el contrate resulta brutal. Ves el cielo enorme, con sus oleajes de nubes, sus fondos áureos, la brillantez de los rojos y los rosas. Y la ciudad se perfila como un recortable negro. Muy denso y oscuro. Salpicado por los alfileres luminosos de las luces.

Es la inmensidad de la naturaleza enfrentada a la minusculez de lo inmediato. Las colas de coches con sus luces rojas de posición, sus intermitentes. Cada una de ellas nos está hablando de una historia particular. De un pequeño propósito. Mientras las mareas coloridas del cielo nos transmiten el mensaje inmemorial del Universo.

Las luces de los coches se mueven con nerviosismo, como insectos luminiscentes. Los anuncios de los edificios parpadean a lo lejos, con sus colores fosfis y comerciales. Todo es mudanza y rapidez.

En los celajes, por el contrario, las mudanzas son lentas. Muy lentas. El rosa se va transformando en un carmín oscuro, hasta pasar a un telón violáceo. La noche entra de puntillas en el cielo. Mientras se recorta la silueta de Na Burguesa como un observatorio de la mundanidad.

Los ciudadanos nos acostumbramos demasiado pronto a estos espectáculos del cielo. Nos mostramos indolentes e insensibles. Cuando son la pintura maestra del Cosmos. Tan llena de matices, de detalles, de intencionalidad oculta. De una belleza absoluta y libre.

Y todo ello, contemplado desde un puente donde hacen cola los coches y los buses. Entre tubos de escape y ruidos. Donde la Navidad resuena a lo lejos como un reclamo comercial. Tan ajena a los majestuosos celajes de diciembre.

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