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Palma a Palma

Bar de hotel

Bar de hotel

Uno forma parte de la población amante de cafés y bares. Porque una parte importante de tu vida transcurre en ellos. Aunque a primera vista parezca marginal, si acabas sumando el tiempo que estás en estos locales, te das cuenta de su relevancia. Aunque pocas veces teoricemos sobre ello.

Un lugar turístico como Palma tiene un recurso muy importante en este terreno. Aparte de los bares de siempre (cada vez más escasos), los cafés modernukis, los locales con nombres en inglés, los de diseño... Además de todos ellos existe una categoría que pocas veces sabemos apreciar: los bares de hotel.

Puede pensarse que las cafeterías situadas en un establecimiento hotelero son propias de este. Pero no es cierto. La mayor parte de las veces resultan locales abiertos, accesibles para cualquiera. Allí reside su encanto.

Los bares de hotel suelen estar bien cuidados. Es difícil que sean ruidosos o que tengan grupos gritones en su interior. Los aseos están limpísimos. La barra huele a desayuno o a buffet. Sus camareros son profesionales y atentos. Y sobre todo, potencian tu ensoñación interior.

Me gusta pasar largos ratos en alguno de esos lugares. Porque ves entrar y salir a los clientes. Hombres de negocios, parejas. Al rato, tú también te sientes un poco turista. Recuerdas aquella estancia en el hotelito de Madrid o de París. Experimentas esa ligera ingravidez geográfica que proporciona el encontrarte lejos de tu casa. Aunque no hayas salido de ella.

El bar de hotel te remueve los recuerdos. Te provoca ganas de viajar. Te hace simpatizar con los otros clientes, que buscan en ese bar un refugio más o menos conocido en medio de una ciudad en la que se sienten extraños. Y por un rato, puedes imaginarte como ellos. Compartir la misma sensación de ajenidad y distancia.

Cuando por fin acabas tu consumición y pagas, sales respirando hondo. Miras la calle (que puede ser que sea incluso la tuya) y es como si acabases de regresar de un viaje con el Transiberiano.

Los bares de hotel renuevan tus neuronas de viaje. Sin necesidad de irse lejos. Y por el sencillo importe de un café solo.

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