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Cualquier mujer puede ser Sacri

Cualquier mujer puede ser Sacri

Han sido muchas las concentraciones a las que he asistido para concienciar sobre el maltrato y rendir homenaje a las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en Mallorca en los últimos años. Y por desgracia, sé que voy a hacerlo en más ocasiones. Todas suponen una cierta convulsión en que el recuerdo de una mujer hasta entonces desconocida, pasa a formar parte para siempre de mi memoria.

Pero el acto del sábado pasado fue especial tanto por la gran cantidad de personas presentes como por la asistencia de tantas amigas y amigos de la víctima. Así que Sacri estuvo muy presente en el corazón de quienes nos reunimos en el Born de Palma. Vimos el cariño que creó en su entorno porque vinieron por decenas sus compañeras y compañeros de trabajo. Sentimos su dolor y su pena y la hicimos nuestra. Cada frase durante la lectura de nuestro manifiesto hacía aflorar más sus lágrimas pero era necesario seguir clamando contra este terrorismo que no cesa.

Cuando desde el Lobby de Dones organizamos la primera manifestación contra los malos tratos, a raíz del asesinato de Juana García, quemada viva por su exmarido en su tintorería de Palma, sabíamos que el camino sería largo y duro. Creo que era el año 1995 y aquí seguimos. Entonces las redes sociales no existían y las noticias sobre mujeres maltratadas incluso hasta el límite del asesinato, apenas aparecían. Esos días me enteré de que anualmente en España morían decenas de chicas y mujeres, todas simplemente por haberse atrevido a decir ¡basta!, por atreverse a ser libres.

En esa primera manifestación hicimos el recorrido de la mujer maltratada y lo hicimos con la intención de concienciar a la sociedad y principalmente a los estamentos judiciales y policiales, además de políticos, sobre ese drama silenciado. La primera parada de la manifestación fue en el edificio de la policía, la segunda en los juzgados y la última en el cementerio. Queríamos poner en evidencia la fragilidad de las mujeres que en aquel entonces se atrevían a denunciar y sin embargo no recibían la protección necesaria.

¿Será posible que el camino de Sacri, veintitrés años después haya sido el mismo? ¿Será posible que, en este caso, la propia policía esté estudiando si un móvil del asesinado es el hecho de que la mujer hubiera denunciado cinco días antes a quien había sido su pareja, por haberle pinchado los neumáticos de su vehículo y haber colgado carteles denigrantes contra ella?

En el manifiesto que me tocó escribir y leer el sábado hice hincapié en que pese a que los tres pilares fundamentales de la lucha contra el maltrato funcionaran a la perfección: educación en la igualdad, protección efectiva de las mujeres que denuncian y presupuesto y legislación idóneos, igualmente no sería suficiente. Abogaba por la necesidad de que cada uno de nosotros asumamos la responsabilidad de educar en nuestro entorno contra el machismo desde la manifestación más nimia. Si fuera hoy pondría mucho más acento en la vergüenza, imprudencia y degradación que supone que una mujer que denuncia no sea debidamente protegida. No importan los protocolos, importa la efectividad. Recordemos que aún no se han aclarado la responsabilidades sobre la falta de protección hacia Lucía Patrascu, que fue asesinada por su marido precisamente después de que ella hubiera ido a pedir ayuda a la autoridad competente. Sí, la efectividad brilla por su ausencia.

Con más motivo, tras estas últimas observaciones, es importante recodar que somos todas las mujeres, todas, las que podemos ser Sacri. No depende de nuestro nivel económico ni cultural ni de nuestra nacionalidad ni de nuestra edad, sólo hay un factor común: somos mujeres.

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