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Palma a Palma

Barberías

Barberías

Cuando contemplas las cosas con cierta perspectiva, te das cuenta de que la ciudad sufre modas repentinas. Recordamos por ejemplo la edad de oro de los vídeo-clubes. En cualquier rincón se abría un establecimiento de este tipo. Hasta el punto de competir más de uno en un territorio bastante reducido. Llegaron luego las tiendas de empeño de oro. Y también crecieron y se extendieron por amplias zonas. Lo mismo que los locales dedicados a los cigarrillos electrónicos.

Son expectativas económicas que trasforman esa parte más cambiante de nuestras calles. Esas tiendas que, frente a otras que son más inmutables, cambian de destino con facilidad. Son metamórficas, metempsicóticas.

La última moda, la que arrasa en estos momentos, es la de las barberías. Durante mucho tiempo, las barberías -de público masculino por antonomasia- estaban en extinción. Quedaban unas cuantas, regentadas a veces por peluqueros venerables. De toda la vida. Esos que se sabían todos los chismes del barrio y miraban con melancolía detrás del cristal.

Parecía que iban a desaparecer del todo, cuando el negocio se ha rehabilitado repentinamente. Primero fueron los hipsters. Que con el cuidado de sus luengas barbas necesitaban lugares apropiados para ellos, y al mismo tiempo representaban una demanda de calidad.

Pero, en estos momentos, las barberías con sus barras tricolores crecen por doquier. Frente a los precios de los "estilistas", ofrecen unos niveles auténticamente populares. Y son centros de cita para colectivos procedentes de otras nacionalidades. Y también para esos jóvenes que se cuidan primorosamente el corte de pelo, semana tras semana.

El veterano barbero de siempre ha dado paso a nuevos barberos latinos, africanos, chinos, magrebíes. Y también a cadenas y franquicias basadas en ese servicio rápido, sencillo y barato. Barberías que se concentran sobre todo en la periferia del centro.

Y que constituyen la última ola del comercio en Palma.

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