Un nuevo rumbo para Can Ribas. La reforma para convertirlo en centro de artes escénicas pasa a manos del arquitecto Pere Solé, del Patronat de la Vivenda, al exceder el presupuesto del proyecto original que Jaume Ferrer ganó por concurso en 2005 y siendo otro el uso que se le quería dar en aquel momento.

En la actualidad, se está cerrando el tema del pago de la indemnización que el Ayuntamiento debe satisfacerle, unos 10.000 euros, indicó el alcalde Antoni Noguera. Aquel proyecto contemplaba ser un centro cívico y estaba presupuestado en 1.300.000 euros. "Se habló con el arquitecto pero declinó hacer la actual reforma", señaló Noguera.

Ésta y otras circunstancias están en el origen de un nuevo retraso que permita a la antigua fábrica de telas, ubicada en La Soledat, abrir sus puertas como un centro dedicado a las artes circenses.

Aún así, se felicitó ayer parte del equipo responsable que quiso presentar in situ un proyecto que insiste en "una intervención que mantiene su nave original", indicó el arquitecto Solé.

Éste indicó que "frente a la dificultad de recuperar elementos originales, vamos a consolidar la estructura, incorporando rampas y ascensores; además de dar continuidad a intervenciones anteriores". Solé recuerda que la configuración del edificio es diáfana y modular con 15 crujías, y cubierta a dos aguas. "Se van a eliminar 7 de las 15 crujías sin demoler la cubierta, lo que va a permitir bajar el nivel de la planta baja donde se incorporarán gradas para un aforo de 100 personas".

Los plazos para un proyecto que responde "al nuevo modelo de ciudad cultural", dijo Noguera; y que busca "ser una herramienta para mejorar el barrio", indicó José Hila; vuelven a ser imprecisos.

"El objetivo es que las obras empiecen en el primer trimestre del próximo año o antes de que acabe la legislatura", expresó Noguera. "Habrá que contratar a las empresas. El plazo será de un año", añadió. En una segunda fase se elegirán las empresas que accedan a la gestión.

No temen que el proyecto mude frente a un cambio político. "El uso del equipamiento es socio cultural; no puede ser otro", aclaró Solé.