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La cantina de Cabrera

La cantina de Cabrera

Lector que disfrutas con la información meteorológica. Que estás pendiente del paso de las danas, las borrascas, los anticiclones. Que atisbas el cielo a la espera de cambio. Que escuchas el rumor de las olas para adivinar la inminencia de lejanos temporales. Si te sientes solo e incomprendido. Si buscas un lugar donde empaparte, comentar, discutir acerca del tiempo presente y futuro, ahí lo tienes. Eso sí, hay que llegar hasta él. Pero una vez allí vale la pena. Lector amante de los meteoros: tu lugar es la cantina de Cabrera.

Ya sé que tienes que coger la barca. Cruzar el canal. Desembarcar en el pequeño puerto. Pero, lo aseguro, vale la pena.

No encontrarás en ningún otro lugar tanta información y tanto público tan predispuesto. La pequeña cantina, regida por Llorenç y Cati, es una especie de ágora de los temporales. Todo el mundo allí depende de los acontecimientos del cielo. Para llegar, para salir, para decidir la permanencia. De manera que basta con sentarse en la barra, pedir un café, y preguntar por la actual situación.

En un momento, todos los parroquianos le ofrecerán una información de lo más contrastada. Si soplará Llevant o Xaloc. Si vendrá por la amura de babor o por la aleta de estribor. Cuando empezará el viento, cuándo amainará, cuando arreciará.

Es un rincón único en todas las islas. Por lo que tiene de mundo antiguo e intemporal. Allí, las cosas contemporáneas parecen estar lejos, casi sin importancia. Entra por la puerta la luz del puerto a raudales. Se escuchan los ladridos de "Bitxo", el "ca rater" que tiene el privilegio de ser el único perro del archipiélago. La gente bebe lentamente su café, su cerveza. En un medio silencio lleno de introspección y tiempo lento.

En ningún otro sitio se puede hablar del tiempo prácticamente con todos los parroquianos. Ni con tanta pasión e interés. Allí coinciden yatistas ociosos, militares, guardias civiles, guardas del parque, patrones y marineros de las barcas. Y para todos ellos, el tiempo es una asignatura vital.

El amante de la Meteorología debería pasar unos días en la cantina de Cabrera. Empapándose de tanta sabiduría. Discutiendo sobre los virajes del tiempo. Escuchando sus silbidos y el rumor cercano de las olas. Es el paraíso.

Tan cerca, pero tan lejos.

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