Amparo Cárceles y Francisco Mestre van a descansar. Son décadas de trabajo "sin parar" con jornadas de 15 horas diarias "¡cómo mínimo!" al frente del Forn del Terreno. Este domingo echan el cierre para disfrutar de su jubilación. No llegan a los sesenta años. "Me voy a dedicar a pescar y a pensar", dice Francisco. De niño, ya correteaba por el horno del barrio. "Pero fue con l'amotrabajando en el horno de Sant Elíes. Gelabert mantuvo a la vez el popular Forn dels Paners, cerrado el pasado año.

Amparo, que no para de despachar a una lloriqueante clientela que no da crédito del cierre inminente -este domingo se venderán las últimas ensaimadas, panes de todo tipo, cocarrois...-, quiere "no hacer nada, ¡aburrirme!", sonríe.

No se van como perdedores. "El negocio va bien", apuntan. Lo dejan porque "nuestros hijos están en otras cosas y no quieren dedicarse a un oficio tan esclavo como el de panadero", dice el matrimonio.

Cuando ellos llegaron al barrio, veintiún años atrás, compraron el edificio del antiguo horno de Can Pedacet, que así se le conocía, y que llevaba más de veinte años cerrado. "Estaba en ruinas. Lo rehabilitamos. Hemos conservado la antigua boca del horno", en ella se lee Juan Ferré Matheu.

El establecimiento tiene una larga historia. Inscrito en 1936, "es más antiguo, ya hay referencias que lo sitúan 150 años atrás", asegura Amparo Cárceles.

En el obrador se ve colgado un cuadro de Pau Fornés. El pintor era vecino de El Terreno y cuando llegó el matrimonio y abrieron el negocio tras décadas cerrado, les regaló este retrato de un panadero. Se lee: "como muestra de mi agradecimiento por conservar la barriada".

"Estamos muy agradecidos a todos los vecinos. Desde el primer día que nos instalamos fuimos muy bien recibidos. En este tiempo, ha mejorado mucho", agradece Amparo. Francisco se vuelve a meter en la boca del horno. La clientela ha dado tregua y vuelve a reinar cierto silencio, que será el amo del lugar a partir del lunes. Aunque quizá alguien quiera coger el testigo. ¿Una escuela de cocina? Quién sabe.