Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Perder el móvil

Perder el móvil

La angustia vital es consustancial al hombre. Vivimos bajo la sombra de diversos miedos y pánicos. La Humanidad ha tenido que combatir el miedo a la oscuridad, a la soledad, a la desgracia... Y a toda esa sarta de pavores se ha unido modernamente uno nuevo. Desconocido hasta ahora. Pero igualmente terrorífico: perder el móvil.

Ignoro si hay un equivalente en el pasado. Porque en la Edad Media si uno perdía la espada, se quedaba sin su instrumento de defensa y poder. Pero ya está. En cambio, con las nuevas tecnologías, perder el móvil es mucho más.

Cuando uno se toca el bolsillo y lo encuentra vacío, un escalofrío le recorre la espalda. Siente un repentino sudor frío. Un vacío profundo en el estómago. ¡Cielos, ¿dónde está el móvil?!

Al instante, recorren la pantalla de la mente un montón de hipótesis catastrofistas. Y repasas de forma vertiginosa todas las cosas que llevas en el teléfono. Las fotos, las direcciones, los chats, las aplicaciones... Su pérdida equivale a quedarte sin una parte importante de tu vida.

Comienza entonces una búsqueda desesperada. Volviendo atrás sobre tus pasos. Registrando la casa. Llamándote a ti mismo para ver si suena en algún rincón. Visitando los bares o los restaurantes donde estuviste. Preguntando a la gente...

Es un desespero tan vital como cuando se pierde a una mascota. Piensas: "¿Dónde estará? ¿Qué hará en estos momentos? ¿Quién lo habrá encontrado?"

Comienza una espiral de pánico que incluso te impide pensar correctamente. Todo son decisiones apresuradas, urgentes. Miras debajo del coche, en el wc, la escalera... Hasta que, ya totalmente hundido, te haces a la idea de llamar a la compañía, recuperar los datos y activar toda esa necrología tecnológica que sigue a esas pérdidas. Y al entrar en el dormitorio lo ves de repente. Allí, donde lo dejas siempre. Solo que con el silencio activado.

¿Hasta qué punto hemos acabado por depender de estos aparatos? ¿Qué depositamos en ellos que nos hace tan esclavos? Al fin y al cabo, el caballero medieval perdía una espada, que es algo noble. Pero nosotros simplemente un telefonillo. Nada trascendente.

Compartir el artículo

stats