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Palma a Palma

La sopa sónica

La sopa sónica

A todos nos horrorizan esas imágenes del ´mar de plástico´ que comienza a amenazar el planeta. Una extensión de residuos flotantes, bajo la que desaparecen las aguas, como si fuese una auténtica sopa.

Es una evidencia muy palpable, porque se ve muy claramente. Pero cada día nos rodea otro peligro tan masivo y fatal como el del plástico. Solo que invisible. La sopa sónica.

Si el plástico y otras materias contaminan los ecosistemas, una legión de ruidos y músicas invaden nuestra vida cotidiana de forma creciente. Más palpable todavía durante estos meses del verano.

La aparición de los móviles y de todo tipo de ingenios reproductores han multiplicado la contaminación sonora hasta niveles inauditos. Desconocidos hasta ahora, ya que a lo máximo que llegaban hasta mediados del siglo XX eran los grupos de borrachos y algún transistor.

La sopa sónica está hecha de millones de móviles reproduciendo músicas o vídeos. Sea en la calle, sea en el autobús, sea en un bar, incluso en un restaurante.

La gente mira absorta el teléfono, olvidándose de cuantos les rodean. Lo mismo que otros caminan con uno de esos pequeños altavoces a todo volumen. O pasan con el coche con la música a un nivel ensordecedor, como si vivieran solos en el mundo.

Una música sola molesta un poco. Decenas de músicas al mismo tiempo crean un efecto ensordecedor. Demuestran hasta qué punto vivimos en una cultura cacofónica. Basada sobre todo en los estímulos. Donde todo ha de venir de afuera. Porque el silencio equivale a vacío, a error de sistema, a fracaso.

Yo no sé si algún día lograrán poner en marcha barcos limpiadores. Capaces de ir depurando las aguas oceánicas de esa indeseable capa de basuras que las invade. Pero resulta mucho más difícil que se pueda frenar la sopa sónica.

Porque esa sale de la incomprensión del silencio. De la ignorancia de nosotros mismos.

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