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Crónica de antaño

La cetrería en época medieval

Imagen de archivo de una exhibición de cetrería durante Diada de Balears. b. ramon

La cetrería es el arte de criar, domesticar, enseñar y curar a los halcones y demás aves que sirven para la caza de volatería. Se cree que sus orígenes están en Oriente, en las lejanas tierras de China y Mongolia. En cambio esta práctica llegó a Europa en los albores de la Edad Media. Fue precisamente durante este periódo, es decir, entre los siglos VI y XV, que la cetrería vivió su época dorada.

Según cuentan Jaume Bover y Ramon Rosselló en su libro "La falconeria a les Balears, s. XIII-XV" los ocho tratados más antiguos sobre esta práctica (siglo XII), en el ámbito latino, se originan en dos reinos: Inglaterra y Sicilia; de los cuales, por lo menos, tres de ellos fueron traducidos al mallorquín durante el medievo. Uno de ellos, por ejemplo, fue el médico de Palma Guillem Corretger, entre finales del siglo XIII y principios del XIV, ejemplar que en la actualidad se conserva en la Bibliothèque Nationale de París. En su obra "Readers and books in Majorca: 1229-1550", Jocelyn Hillgarth documentó no pocas bibliotecas de casas particulares de Palma en las que se poseían tratados de cetrería. Por ejemplo, en la biblioteca de Berenguer de Santacília, caballero y jurado de la Universidad de la Ciudad y Reino de Mallorca, en una casa situada en la plaza "dels Sabaters", durante los últimos años del siglo XV: "...hia un Tractat de Falcons y storts", es decir, Tratado de halcones y azores. Y en esa misma biblioteca se encontraba otro libro "de pergamí cubert, lo qual és de paper, intitulat Libre de cavalls e de falcons." Bover y Rosselló publican una lista de mallorquines que vivieron en la Palma medieval y que en sus bibliotecas poseyeron libros sobre cetrería: Verí, Abellar, Berard, Lloscos, Zanglada o Pax, son algunos de ellos.

El interés mallorquín por la cetrería no debe extrañar, pues fue práctica muy habitual en el isla, también en el término municipal de Palma, especialmente—según la documentación de la época—en el Prat de Sant Jordi, en S´Aranjassa y en el bosque del castillo de Bellver.

Leyendo según que textos de Ramon Llull uno se imagina que poseer halcones, azores o águilas era cosa exclusiva de reyes y nobles: "E ymaginà que senyor de tan belles cases devia tenir cavall e falcó". La misma idea se repite con Anselm Turmeda, un siglo después, cuando describe a la nobleza rural mallorquina del siglo XIV: "Mos pageses, ab falcons/ a cavall van a la caça;/ ab filats o ab furons/ cascú son delit percaça./ E passen llur vida grassa/ així con los ciutadans;/ no direts fossen vilans./ Llur fet dir seria massa".

Ahora bien, esta impresión que se puede tener de la cetrería como una actividad exclusiva y elitista es corregida por R. Rosselló y J. Bover. Estos dos autores presentan dos privilegios de los reyes de Mallorca, Sancho I y Jaume III, en virtud de los cuales cualquier persona que tuviese una rapaz podía cazar en todo el Reino. De hecho estos autores van más allá, al considerar que la caza obtenida mediante la cetrería en Mallorca era un medio vital para el pueblo para procurarse proteïnas animales.

Es evidente que en la diplomacia medieval, en el intercambio de obsequios entre mandatarios, los animales eran un presente muy habitual, y las aves de presa unos de los más codiciados. Ramon Rosselló ha documentado no pocos de estos animales, muchos de ellos exóticos, encargos directos de los reyes de Mallorca o Aragón al Procurador Real de Mallorca para que hiciese las gestiones necesarias para conseguirlos desde Berbería. El huerto del castillo de Almudaina acogió en su día leones, hienas, leopardos, camellos, lobos, osos, conejos, caballos, guacamayos, faraonas, tortugas, cisnes, chacales? y también, por supuesto, aves de presa. Los gastos para transportar estos animales eran muy elevados. Por ejemplo, sabemos que cada león se comía un cuarto de oveja cada día; o que el mantenimiento de un oso superava las dos libras diarias. Pero todos estos animales exóticos, al llegar a Mallorca usaban las instalaciones del castillo de Almudaina como mera estación de tránsito, para después continuar su viaje hacia otras instalaciones reales, normalmente las de Barcelona, Perpiñán, Valencia o Zaragoza. Los únicos animales que residían permanentemente en el castillo real eran las rapaces, especialmente: los halcones, en sus diferentes variedades (Falco peregrinus, Falco elonorae); los gavilanes (Accipiter nisus) y los azores (Accipiter gentilis). Nombres que en mallorquín son denominados como falcons, esparvers y astors, respectivamente. Desde luego que se traían rapaces del norte de África, de Sicilia y de otros lugares más lejanos, pero las Baleares también eran un importante centro de capturas y crías de este tipo de aves. Los halcones mallorquines, menorquines e ibicencos gozaban de gran renombre en toda Europa y los vemos regalar por los reyes de Mallorca y Aragón. Así sucedió en 1366, cuando Pedro IV obsequió con dos halcones de Mallorca a Carlos IV de Francia.

Efectivamente, en el castillo de la Almudaina había un "falconar", es decir, unas instalaciones destinadas a la cría y cuidado de halcones y otras rapaces. Según R. Rosselló y J. Bover el falconar se construyó ya en el siglo XIII y fue ampliado tras las importantes obras de remodelación realizadas por Jaime II de Mallorca entre 1309 y 1314. La perxa dels falcons, la perxa dels polls, la casa de la muda de l´Hort del Rei, la muda de la Torre de l´Àngel o el alberg (casa) de los halconeros, eran algunas de las dependencias destinadas a la cetrería real. Se ha documentado un espacio del falconar en el que había "un ribell en que es banyen els falcons", es decir, un barreño en el que las aves se podían dar baños. La perxa, no eran otra cosa que una antena formada por barras de madera en las que los halcones, gavilanes y azores descansaban. En época de los reyes de Mallorca, en la entrada del Castillo de la Almudaina se solía colocar una de esas perchas en las que las rapaces daban la bienvenida a los visitantes. Por ello, en 1313 la Procuración Real pagaba por la colocación de esta antena en el portal del Castillo: "Ítem pagam per I pertxa de antena que´l llochtenent feu posar a entrar de la porta del castel a ops dels falcons". Además, en el Castillo Real había una serie de personas encargadas del cuidado de las rapaces, cuyo responsable superior era el "falconer major", figura que aparece definida en las Leyes Palatinas encargadas por Jaime III. Y otra figura clave era la del "afaitador", es decir, el entrenador de las aves para que fuesen cazadoras eficaces.

En Palma están documentados otros falconars, como el del Palacio del Obispo o el de la Curia del batle del Pariatge, propiedad del Obispo de Barcelona. Los halcones propiedad de este último procedían de la Dragonera, isla que era propiedad del obispo de la capital catalana.

La progresiva presencia de las armas de fuego en la caza, ya desde el siglo XVI, produjo un declive de la caza con rapaces.

Por ser uno de los métodos de caza tradicionales más antiguos, selectivo con las presas cinegéticas, no contaminante y respetuoso con el medio ambiente, en 2010, España, coaligada junto a otros países, consiguió que la Unesco declarase la cetrería Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

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