Nos lo recuerdan los matemáticos isleños, los miembros de la Societat Balear de Matemàtiques (XEIX): “Después de la intervención de Gaudí en la Seu, esta se ha convertido en la catedral de la luz”. Y con énfasis en el calificativo. También es del mismo parecer Mercè Gambús, coordinadora cientificotécnica de la Catedral de Mallorca. Hay un antes y un después de Gaudí. El artista siempre presente y, en especial, en esas fechas curiosas de los dos solsticios, cuando la luz que pasa por uno de los rosetones proyecta una sombra sobre el otro. Sin el atrevimiento del arquitecto catalán de suprimir el coro central, el efecto no sería el mismo.

Desde hace unos años y a raíz de un trabajo de campo que realizó Dani Ruiz en busca de un lugar apropiado, alrededor del 21 de diciembre, el día con menos luz del año, se reúnen en la terraza del museo Es Baluard de Palma a salida del sol centenares de curiosos que, si el tiempo lo permite, si no hay nubes en el horizonte, contemplan el efecto cromático que produce la superposición de la sombra del rosetón que mira al este sobre el que mira al oeste. El espectáculo es sorprendente, como si dentro de la Seu hubiera un enorme fuego.

Dani Ruiz y Josep Lluís Pol, inquietos animadores de XEIX, han querido averiguar si se produce un efecto parecido el día del solsticio de verano, el día con más horas de luz de todo el año. Pero al revés y en la hora del crepúsculo. Fue así como convocaron a unas 1.500 personas al caer la tarde, para, desde dentro de la Catedral, comprobar cuál era el efecto producido. ¿Se superponen la sombra del rosetón de la fachada principal con el rosetón del altar?

La montaña mágica

Y, ¡Oh sorpresa!, los asistentes vieron cómo la geografía también tiene algo que decir. La cosa funcionaba muy bien hasta que llegó la montaña, el Galatzó. La montaña más matemática de la isla, pues está íntimamente relacionada con otro científico ilustre, François Aragó, uno de los padres de la medición del metro como unidad de longitud, jugó a la contra. Todo parecía indicar un final feliz hasta que esa montaña mágica se interpuso. El Galatzó impidió consumar el espectáculo. Parafraseando a Monterroso: Cuando anocheció, la montaña todavía estaba allí.

¿Fastidio? ¿Decepción? Tal vez no, pues, como indica la teoría matemática de la Decisión, la Naturaleza juega, pero sin saber que lo hace a la contra, sin el afán de fastidiar. En ese momento final, en esa interrupción, también hay poesía. De todas maneras, la clase no terminó con ese no desenlace. Si la sesión se había iniciado con unas sentidas palabras de bienvenida del canónigo Teodor Suau, los amigos de la Societat Balear de Matemàtiques, que ya conocían el resultado, pasaron a la clase teórica, dando una lección magistral (nunca mejor dicho), ilustrada con diapositivas, de cómo se mueve el sol, o de cómo lo hace la tierra a su alrededor.

Incluso más, Josep Lluís Pol, que desde fuera del templo había fotografiado la puesta de sol con el Galatzó de fondo, mostró esas fotografías minutos después de haberlas realizado. Y eso no fue todo. Para agradecer la asistencia, ofrecieron la recreación fotográfica de la Analema, la curva que se dibuja en el cielo si unimos los puntos en los que se sitúa el sol cada día a la misma hora solar. Dani y Josep Lluís han fotografiado esa situación durante cuarenta y nueve días, a la misma hora (ocho y media de la mañana), en un mismo año y desde el mismo sitio (la terraza del Baluard de Sant Pere), superponiendo las imágenes, lo que da como resultado ese dibujo que bien se parece al símbolo del infinito, un 8 pero apaisado. El 8 de La Seu, pero en el espacio.