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Los neo-guapos

Los neo-guapos

Lo malo de las frases hechas es precisamente eso. Que son frases hechas. Uno no siempre es consciente. Y a veces circulan entre la gente como si fuesen frases reales. No-hechas, sino sentidas.

Uno siempre ha sido admirador de la jerga del mercado. Sobre todo esos epítetos generosos de llamar a las clientas "reina", "rey" al cliente, "cariño", "monada" y otras expresiones que siempre denotan cariño y casi admiración. Aunque detrás de ellas no haya más que la cáscara de

huevo de una frase hecha.

Como hechas y fabricadas que son, van cambiando con el paso del tiempo. Hay modas. Y ahora, concretamente, circula mucho la expresión "guapo", "guapa" o "guapos".

Ignoro cuando se produjo la mutación. Hasta no hace mucho, guapo/a era un calificativo que se empleaba con mesura. Y que por tanto, solía enorgullecer a quien lo recibía. No ibas por la calle llamando guapo o guapa a todo el mundo. A no ser que fueras uno de esos piropeadores profesionales de la era cañí.

Pero por una extraña razón, en los círculos más modernos y avanzados en la moda, lo "guapo" se ha revalorizado. No ya como empleamos en Mallorca, que tiene siempre un deje superlativo. "¡Oh, qué guapo!". Ni tampoco a la manera castiza o chulapona. Sino como una forma de despedirse. "Adiós guapo". Un mero comodín.

Los que no están acostumbrados a ese novísimo empleo del término se quedan un poco parados. Porque muchas veces la persona que te recibe o despide es de tu propio sexo, y no parece para nada estar cortejando.

"¿Ahora porqué me llama guapo?", se dicen con cierto mosqueo. Hasta que el empleado de la papelería también le llama guapo. Y el camarero del bar. Y el vecino de abajo. El fontanero no. Porque no tiene ocasión, de tan ocupado que está. Que si no también.

Los neo-guapos son hijos de frase hecha. Pero incluso así, no dejan de sentirse turbados como si fuera de verdad.

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