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La elegancia de las barandillas

ARCA da a conocer un trabajo sobre este valioso patrimonio de finales del XIX y principios del XX

Caminando por la ciudad, casi nadie se fija en las barandillas. No las modernas y austeras, sino las antiguas y ornamentadas. Lo hizo hace más de una década Lluís Moranta y le gustaron tanto que las fotografió. Empezó por Santa Catalina durante sus trayectos matutinos hacia su despacho de arquitectura y continuó por los barrios aledaños hasta completar todo el Eixample y centro. Por su profesión y el devenir urbanístico de Palma, sabe que muchas están condenadas a desaparecer, sobre todo las situadas en plantas bajas e inmuebles de dos pisos, ya que son derribados para construir edificios de más alturas. De ahí que quisiera dejar constancia de la existencia del valioso elemento patrimonial e hiciese hasta 9.000 fotos de barandillas.

Clasificadas con un riguroso método, las imágenes quedaron guardadas en su ordenador. "Para que las futuras generaciones, al mirarlas agrupadas, sientan el calor que el artesano herrero puso en su trabajo, la intención diferenciadora de muchas de las barandillas, su sobriedad o barroquismo. En cualquiera de los casos, su innegable elegancia". No obstante, acabaron en el olvido, hasta que la entidad proteccionista ARCA se enteró de este exhaustivo trabajo y quiso darlo a conocer. Por ello, el próximo 25 de junio inaugurará una exposición en su sede con 100 de estas fotografías.

Ha seleccionado los elementos patrimoniales "más sencillos", los de las viviendas construidas en los barrios industriales de finales del siglo XIX y principios del XX, "ya que son los que corren más riesgo de desaparecer", en palabras de la coordinadora y vicepresidenta de la asociación, Àngels Fermoselle. Su intención es "que no se sigan valorando como hierro al peso, sino que vuelvan para quedarse, como ha ocurrido con la baldosa hidráulica", compara.

Valorar su importancia

Moranta cree que es más difícil, aunque confía en "que los dueños de las viviendas que todavía lucen barandillas tradicionales les den la importancia que tienen. Pese a que su mantenimiento es muy necesario, debido a que el hierro se oxida, merece la pena. Pueden repintarlas cada dos años con sus hijos o nietos y concienciarles de que están haciendo algo bueno por el patrimonio". Para el autor del trabajo, el primer objetivo es conservarlas donde están; si eso no es posible, reutilizarlas en otros inmuebles; y en tercer lugar, darles un nuevo uso, como por ejemplo protector de chimeneas, base para una mesa o colgador, según propone.

Además de dar protección, "las barandillas eran el elemento que distinguía unas viviendas de otras por la variedad estética que los herreros creaban, combinando de diversas formas piezas que se repetían", explica el arquitecto. Eran modelos estandarizados que iban unidos con remaches, roblones o atornillados, normalmente en frío. La creatividad en la ornamentación dependía de los artesanos, debido a que las casas modestas no eran construidas por arquitectos, sino por maestros de obra. Un siglo después, esta labor no acabará en el olvido gracias a Moranta y ARCA, pero aún queda mucho camino por recorrer para que las 9.000 barandillas no sean material de chatarra.

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