Laura salió de casa con sus dos hijos pequeños, arropada por su hermano y su madre, que la acompañaron al centro de acogida municipal. Llegó sin nada. Tan solo con un poco de ropa. No trabajaba y llevaba 15 años con su maltratador... Pero hubo un momento en que se decidió a pone fin a la violencia en casa, denunció y se fue.

"Les dije a los niños que nos íbamos a un hotel", explica de ese momento en que decidió que se iban y cómo se lo dijo a sus hijos para que ellos lo vivieran con la mayor normalidad posible. La Policía fue la que le había informado sobre el Servicio de Acogida Municipal para Víctimas de Violencia de Género (SAMVVG) que tiene el Ayuntamiento y se ofreció a llevarla. Hasta ese momento, ella desconocía esa posibilidad y afirma convencida que "si hubiera sabido que había la casa de acogida, hubiera ido antes".

Pese al ofrecimiento de la Policía, Laura llegó a la casa de acogida acompañada por su madre y hermano. Tras un año, se ha podido independizar y alquilar un piso. Sus niños "están muy bien, no tienen nada que ver con lo que eran cuando entraron en el centro de acogida", comenta con una mezcla de satisfacción y alegría.

Primero estuvieron tres meses viviendo en la casa central y luego pasaron a un piso tutelado. En todo momento, tanto Laura como los niños recibían apoyo psicológico y ahora, ya en su piso de alquiler, siguen contando con ayuda a través de la fundación IRES.

A Laura, como a tantas otras víctimas de violencia machista, le costó cortar con la situación que vivían en casa. "Al principio no lo ves, no te das cuenta de lo que está pasando, hasta que das el paso", comenta.

Ella había dejado de trabajar cuando nació su primer hijo, por lo que económicamente no tenía recursos propios (un 73% de las mujeres acogidas está en paro cuando entra en este programa) y, además, sus padres vivían lejos. Así que como tantas otras, se encontraba sola ante un futuro incierto.

"Al estar allí, he aprendido mucho, haces amistades y me ha ayudado mucho", resume ahora superada esa etapa. "Ahora sí que trabajo. Yo me siento segura, la verdad. Siempre tienes algo de inseguridad... Hace poco se acabó la orden de alejamiento. Cuando [su expareja] tiene que dejar a los niños no sale del coche, y yo procuro estar dentro del portal... Bien", explica de su situación actual.

También ella anima a las mujeres que sufren violencia machista a comenzar de cero, aunque crean que no hay una salida. "Que salgan de la situación en la que estén, que es de gran ayuda irte a una casa de acogida, porque te lo dan todo. Te dan desde dinero a apoyo, ropa, te ayudan a encontrar trabajo, a empezar de cero". El programa de acogida a estas mujeres y niños también cuenta con el canguraje o cuidado de los pequeños para que las madres puedan realizar gestiones, formación o lo que necesiten para recobrar su autonomía.

Capaz de salir adelante

Una vez que cortó con la violencia, Laura se dio cuenta de que podía valerse por sí misma. "Ves que puedes sacar a tus hijos adelante, que no necesitas a nadie". Por ello ha accedido a explicar su historia, aunque quiere preservar su identidad y parte de su intimidad. "Pienso que somos un ejemplo para las otras mujeres que no se atreven a dar el paso", comenta de su caso. "Me siento afortunada de haber pasado por ahí para darme cuenta de cómo estaba antes", añade.

Aunque no es tema de conversación fácil, Laura ha hablado de todo lo que ha vivido con sus compañeras de trabajo. "Siempre les he dicho que menos mal que pude estar en la casa de acogida y tener el apoyo", declara.