El edificio de Gesa cumple diez años de abandono y degradación, una década transcurrida desde que en 2008 la compañía eléctrica entregó las llaves del inmueble diseñado por José Ferragut al constructor y expresidente del F.C Barcelona José Luis Núñez y este las rechazó despechado, alegando que había comprado un solar para construir en primera línea y no un edificio protegido y rodeado por un parque de 50.000 metros cuadrados que frustraba absolutamente todos sus planes urbanísticos.

La puerta de Gesa se cerró entonces, en diciembre de 2008, y no hay ninguna previsión, ni la más optimista, de que pueda abrirse en un futuro próximo a la ciudadanía. Todo juega en su contra. Cort acaba de perder su propiedad en favor de Endesa. Cort acaba de perder su propiedad en favor de Endesa.Y los años de abandono empiezan a pasar una factura demasiado cara al inmueble.

Desde hace diez años el inmueble ha sido víctima de las mil y una visicitudes de la fachada marítima y de procesos judiciales sin fin. El edificio ha albergado okupas, sufrido pintadas y roturas de cristales en todas sus fachadas, cerrado con toscos muros de bloques de hormigón sus accesos, convertido su antiguo y característico rótulo luminoso de la azotea en una colección de fluorescentes colgantes como veletas y disgregado su mobiliario original por diferentes dependencias municipales.

Su propiedad ha pasado de Gesa-Endesa a José Luis Núñez, de Núñez a Cort y de Cort otra vez a Endesa, ahora en virtud de una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de marzo de 2017 por la que se suspende la modificación del Plan General de 2008 que afectaba a la fachada marítima y frusta la ejecución de uno de los proyectos estrella del alcalde Antoni Noguera.

Todos los planes municipales para recuperar el edificio se han visto aplazados una y otra vez por la crisis económica, la falta de voluntad política y las batallas judiciales de la fachada marítima.

La alcaldesa Aina Calvo quiso instalar una comisaría de la Policía Local de Palma en la planta baja para frenar la degradación, conceder por concurso la última planta para instalar un restaurante y con el dinero que se embolsara el consistorio ir restaurando planta a planta.

Mateo Isern no mostró ningún interés por recuperar Gesa. Y encontró dos excusas perfectas, la contención en el gasto que le imponía el peor momento de la gran recesión y los procesos judiciales que comprometían el futuro de la fachada marítima.

Antoni Noguera, el actual alcalde, quería convertir el inmueble en un gran centro de creación artística que a la vez reuniera a todas las empresas culturales. Visitó el edificio y ordenó limpiar los interiores. Pero ahora se encuentra con que la legislatura se va agotando y Cort ha perdido en los tribunales la propiedad de un edificio. Y esa pérdida puede ser definitiva si es incapaz de compensar a Endesa como los jueces le han exigido.

Todo es abandono alrededor del edificio, sus fachadas de cristal son el soporte preferido de grafiteros, las malas yerbas cubren los alrededores de su auditorio para trescientas personas y una colonia de gatos silvestres se ha instalado en su en otro tiempo elegante acceso de la calle Joan Maragall.

¿Para qué quería Jose Luis Núñez, habitual de los veranos del hotel Formentor, un monumento intocable, protegido por el Consell de Mallorca en 2007, cuando en realidad él planeaba plantar allí, en la primera línea de Palma, 200 viviendas de lujo divididas en bloques de cinco y siete plantas? Aquella decisión todavía no se ha cobrado su última factura.

Aprovechando la petición del Colegio de Arquitectos y de otras entidades, el Consell de Mallorca presidido por Maria Antònia Munar consumó en 2007 la venganza contra el constructor catalán, el denunciante de Can Domenge, convirtiendo en Bien Catalogado el simbólico edificio de Ferragut.

Pero a la vista de lo sucedido en diez años, aquella decisión, que también respondió a una petición ciudadana, fue la salvación del inmueble y de los terrenos colindantes, pero también su condena.

El supuesto bien protegido es el más desprotegido. Ha sufrido la inacción política en la restauración del inmueble, la crisis económica, los cambios urbanísticos mal ejecutados por Cort y las disputas judiciales por las peticiones de compensación de los antiguos propietarios de la fachada marítima. Justamente todo lo que se deseaba evitar. Y todavía no hay una solución definitiva, ni se prevé en un corto plazo de tiempo. Es la maldición que acompaña al inmueble.