No es una guerra contra los árboles. Es una denuncia colectiva de más de cien vecinos de Joan Miró cuya vereda arbolada lleva ocho años sin podar, lo que ha provocado problemas de salud y pérdida de calidad de vida.

"Soy alérgica a las avispas. Cada vez hay más en los árboles. No puedo ni sentarme en la terraza", cuenta María Ángeles Maldonado. Ella vive en el número 116 de Joan Miró. La hilera 'verde' está plantada enfrente pero igualmente se ve afectada. A los problemas de salud, añade haber perdido vistas.

"Llevo viviendo en este piso muchos años. Pagué un millón de pesetas más por tener vistas al mar. ¡Hace seis años que no lo veo!", asegura.

Ella cuenta que llamó al Ayuntamiento y enviaron una brigada que "cortó unas cuantas ramas en veinte minutos. Cuando vi que daban por concluido su trabajo, bajé y les pregunté si eso era todo. Me dijeron que ya habían acabado. ¡Veinte minutos". Han pasado dos años.

Tras la denuncia, un representante municipal fue a su casa. Ella no estaba. Su marido les narró cómo les estaba afectando que el servicio de Parques y Jardines del Ayuntamiento no podasen los árboles. "No le dieron importancia, y se fueron", explica la afectada.

Doce números más abajo, en el 104, vive en una finca de cuatro alturas, Mariana Algaba. Cuenta que la proliferación de mosquitos "es continua; además de otros pequeños bichos que se meten en las casas y nos pican".

Los árboles están plantados en la calle Joan Miró con numeración impar, desde el 79 hasta la Fundación Nazaret. Calculan que "somos unos cien los vecinos afectados; ¡como mínimo". Sobre todo, los que conviven literalmente con los árboles en sus habitaciones.

Es el caso de Francisca Estelrich. Ella vive en el número 93 de Joan Miró. Tiene 83 años. "He nacido aquí. No me he movido", cuenta. Las tupidas copas de los árboles alcanzan su vivienda hasta tal punto que "a las 15 horas, en invierno, ya tengo que encender la luz porque no veo". "Tengo picores en las piernas por culpa de los bichos; y una vez se me hincharon por las picadas", añade.

Hace dos años cortaron las ramas pero "se marcharon sin acabar su trabajo". Antes sí que podaban pero ahora no. Las ramas se juntan con las del árbol vecino y entran en el comedor y en la habitación. Tengo que cerrar, y en verano con el calor, lo paso mal. Me las apaño con un ventilador. No tengo aire acondicionado", indica esta octogenaria que vive sola.

En la última reunión de vecinos expusieron sus quejas. Xavier Abraham, presidente vecinal, las anima a seguir denunciando. Ahora piensan llevar su cruzada ante la Defensora de la Ciudadanía.