Cecilia Meireles nació en Minas Gerais. Conoció al mallorquín Rubén Bujosa en Sao Paulo. En 2009 hicieron maletas y cruzaron hasta llegar a la isla. Con la idea de volver solo que por el tejido de circunstancias se quedaron y abrieron una peluquería, Botons. En el corazón de sa Calatrava, donde ellos mismos vivían. La plaza Sant Jeroni fue crucial. "Me gustó el lugar. Quería hacer algo aquí". Y tanto que lo hizo. Peluquería de barrio. En 2013 se mudó a la plaza Raimundo Clar, al lado de Flassaders. Se asoció con su amiga Cayetana Zorita. No ha cambiado su idea de hacer de la peluquería un lugar de encuentro.

P ¿Por qué dejó sa Calatrava, también le subieron el precio del alquiler?

R No, no. El precio que pagábamos era bueno. Nos mudamos porque es un barrio poco denso, y pese a tener una buena respuesta de vecinos, no podíamos crecer en una zona que entre monumentos religiosos y casas de lujos, que han restado vida al barrio ya que sus propietarios apenas pasan unos días al año, no podíamos vivir.

P ¿Le ha costado integrarse en Mallorca?

R Entrar en la sociedad isleña no es tan fácil pero al tener una pareja local te facilita las cosas. Debo reconocer que la respuesta hacia mí y Botons ha sido muy positiva.

P ¿Qué diferencias hay entre su primera peluquería y la actual?

R ¡Uf, muchísimas! Hemos crecido. De ser dos hemos pasado a ser 7, dos socias y cinco empleadas. Ahora somos una S.L. El traslado, movernos aquí, también ha posibilitado más opciones. Pero la esencia es la misma: dar un buen servicio de peluquería, estética, con productos muy cuidados, y hacer de ella un lugar de encuentro.

P ¿Con tintes culturales?

R Es inevitable. Rubén se mueve en este ambiente creativo de arquitectos, diseñadores que a mí también me atrae. Yo trabajé en L'Oreal en Sao Paulo y Barcelona. Allí estuve muy marcada por los estándares de la moda, y quise cambiar, abrirme hacia algo más artístico, así que la peluquería sirvió de pequeña galería de arte. Empezamos con el fotógrafo Mateu Coll, que había trabajado para la agencia Magnum. Pero no solo nos interesó el aspecto cultural sino también aportar al barrio.

P ¿Aportar qué?

R A raíz de la relación con vecinos hicimos contactos con Càritas, y con ellos montamos desfiles, mercadillos benéficos. Conocí a trabajadoras sociales y optamos por dar apoyo a muchas de las iniciativas. Modestamente. Éramos un negocio local pequeño.

P Abierto además en plena crisis.

R Sí... Nada más abrir subió el IVA del 8 al 21 por ciento. Eso fue un golpe muy duro pero la respuesta de los clientes siempre fue muy buena.

P ¿Hay secreto?

R Creo que nos diferencia la cercanía, el dar un trato muy cercano y los productos que usamos. Muy buenos, certificados y que sean lo menos tóxicos posible.

P ¿Es una peluquería bio?

R No nos queremos diferenciar por ser una peluquería bio sino por ser una peluquería sostenible. Las mechas necesitan tecnologías pero siempre lo haremos con productos de empresa que respetan el medio ambiente.

P Hablamos de medio ambiente. ¿Cómo convive con la masificación turística?

R Es muy problemática. Donde veo el problema grave es con los cruceros; a mí los hoteles del centro de la ciudad me resultan agradables. El perfil de turista que los usa como mis vecinos de Can Blau genera trabajo.

P Como residente en el centro histórico de la ciudad, ¿Palma

R Es un tema muy complejo y no creo que prohibir sea la solución, aunque es evidente que debe haber una buena gestión porque es muy difícil alquilar en el centro. Pero soy de una generación que nos gusta viajar y preferimos alojarnos en un apartamento que en un hotel. No es que no esté de acuerdo con la moratoria pero creo que se podría alquilar puntualmente al turista, y deberían ser las comunidades de vecinos las que deberían decidir, con cobertura legal. Cuando empecé a alquilar en el casco antiguo estaba arruinado, y ahora está muy cuidado. ¿Por qué lo han arreglado para el turismo y no para los mallorquines?

P Usted va a pedir una terraza para su peluquería. ¿No teme que se convierta en un clon de Quartera?

R Hemos pedido licencia para dos mesas y ocho sillas para crear ambiente. Nos la denegaron porque se estaba tramitando el cambio; ahora vemos posibilidades. Los vecinos nos apoyan. Esta plaza tiene mucha vida vecinal. Se cumplirían los horarios y las normas. Está claro que no queremos que la plaza se masifique y se llene de turistas. Queremos contribuir a la vida de barrio.