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Perdido en el mar

Perdido en el mar

Viajar en barco te enseña muchas cosas. La lejanía del mar. Esos acontecimientos lejanos que no importan a nadie, como son los tritones de espuma en el infinito. Las nubes, el aroma del aire. Pero también asistes a hechos que te hacen pensar profundamente.

Siempre me ha impresionado el hecho de estar navegando por alta mar, sin tierra a la vista, y que de repente aparezca un pájaro siguiendo al buque. A veces de pequeño tamaño, como un gorrión, o una paloma. El ave intenta igualar la velocidad de la embarcación. Aletea con esfuerzo. Se mueve. Intenta posarse sobre la cubierta pero le resulta difícil.

Piensas entonces en qué hace un pajarito terrestre en alta mar. Rodeado de kilómetros y kilómetros de superficie marina. ¿Dónde se posará para descansar? ¿Qué comerá? ¿Qué podrá beber? Con suerte, podrá subirse a un barco y esperar a la llegada a tierra. Pero la mayor parte de las veces, si consigue posarse en la cubierta, da unos cuantos tumbos desorientados. Agotado supongo por el esfuerzo. Y después vuelve a emprender el vuelo. Hacia un infinito enorme, desconocido. Que lo devora en silencio. Nadie sabrá el destino de aquel pajarillo perdido en la inmensidad del mar.

Contemplar esa historia minúscula, en la soledad de la cubierta, te llena de pensamientos filosóficos. A cuántas personas les ocurre lo mismo que al gorrión. A veces, un error en la trayectoria, un mal paso, un viento contrario, una pérdida, te llevan a ese desierto blanco e inabarcable de lo fatal.

Y tal vez, otras personas, como haces tú con el pajarito, se dediquen a contemplar cómo bates las alas. Cómo intentas encontrar una salida. Cómo recorres ese refugio ocasional antes de irte para siempre. Angustiado, perdido.

En el fondo, somos insensibles a la solidaridad con todos los seres vivos. Cuando, si lo miras bien, todos tenemos los mismos problemas.

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