Poco dura la alegría en la casa del pobre. Ahuyentada (de momento) la amenaza de una marina hortera en el Club marítimo del Molinar, va a brotar un Petit Molinar en la trasera del barrio, un pueblo de nuevo cuño con capacidad para 2.250 personas. Puede que tengan un modelo de ciudad, pero se parece mucho al desquiciado modelo de ciudad que ya conocíamos, con crecimientos brutales que suponen un atentado contra tejidos urbanos tan frágiles y entornos tan bellos como el de esta porción de Palma.
El Ayuntamiento ecosoberanista elegido para que algo cambie está poniendo su energía en que parezca que no tiene nada que ver con este nuevo proyecto cementero. Ni con el aparcamiento de la Lonja. Ni con la vía de Cintura. Un consistorio menor de edad que no se opone a nada, que no da ninguna batalla importante y que se dedica a descargar las culpas en otras administraciones. Solo que en ellas gobiernan sus mismos partidos. El primer Pacto diseñó Son Bordoy con la excusa de la falta de suelo para construir pisos protegidos, y éste contemplará su ejecución. Pocos mallorquines tendrán acceso a estas viviendas, como ya está ocurriendo en el resto del barrio. Solo falta que el Consell ponga la guinda con una buena rotonda que adorne la entrada a la urbanización.
