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Crónica de antaño

Es Carnatge

Es Carnatge es hoy el único espacio no urbanizado de la costa palmesana. flavia mertehikian

Hasta la aparición del motor mecánico (de vapor, eléctrico, de gasoil€) eran los animales de tiro y carga los encargados de hacer los trabajos más pesados. No es fácil entender hasta qué punto eran necesarios estos animales para el día a día de muchos de los trabajos y oficios de antaño. Por ello el número de caballos, mulos, asnos, burros, bueyes o vacas era mucho mayor de lo que nos podemos imaginar en el siglo XXI. En este contexto era considerado de interés general la existencia de lugares dedicados a la correcta gestión de los cadáveres de todos estos animales cuando llegaba la hora de su muerte, a causa de la enfermedades, vejez o fracturas que los dejaban impedidos para sus trabajos. Esos lugares eran denominados antiguamente carnajes o muladares, o carnatges en mallorquín.

Solían ubicarse cerca del mar por varios motivos. Uno de ellos era sin duda la fácil disposición de agua, muy utilizada durante el procesamiento de los restos cárnicos, y lugar ideal donde tirar los desechos pues, nada más ser lanzados al mar, se convertían en un rico manjar para una parte importante de la fauna marina. Un segundo motivo era s´Embat, la brisa marina, la cual oreaba la carne en procesamiento y, por lo tanto, la secaba más fácilmente al mismo tiempo que mantenía alejadas a las moscas. Una tercera razón era la disposición de mucho espacio para poder organizar todo el procesamiento, especialmente la fase de secado que requería de mucha superficie. Y una última razón, que no por ser última debe ser considerada menos importante, era la de poder ubicarse lejos de los centros habitados, debido a la continua emanación de malos olores producidos por los restos cárnicos en descomposición, así como al gran número de ratas que atraían estos lugares. Testigos oculares del carnaje de Palma no dudaban en afirmar que, de ratas, "n´hi havia moltes i molt grosses!".

A lo largo de su historia, la ciudad de Palma ha tenido diversos lugares destinados a esta función. Parece ser que en época medieval el carnaje o muladar de Palma estuvo situado en las inmediaciones de las Torres Llavaneres (o Levaneres), una suerte de barbacanas destinadas seguramente a defender la rada del Portixol, sus alrededores y el paso del torrente d´en Barbarà. Este lugar no sólo servía como muladar sino que en él se lanzaban todas las sutzures (basuras) que generaban los habitantes de la ciudad. En este sentido, en 1479 los jurados de la Universidad de la Ciudad y Reino de Mallorca ordenaban lanzar todas las sutzures de la ciudad en el Portixol. En los siglos XVII y XVIII se localiza el carnaje en Ses Figueres Baixes, en el Molinar.

El investigador Pere Galiana afirma que hubo un proceso de alejamiento del carnaje de la ciudad. Ello explicaría la aparición de dos muladares en Cala Gamba. Galiana explica en su libro Es Carnatge i l´illot de Sa Galera, que en 1879, el francés Noël Bougette había solicitado licencia para construir una fábrica destinada a la elaboración de correas, tintes, aceites€ a partir de los desechos de animales muertos. La fábrica duró poco (de 1880 a 1887) pues de ella emanaban unos fuertes y desagradables olores que provocaron la queja vecinal, lo que desembocó en una orden de clausura por parte del ayuntamiento. Por lo visto, ya a finales del siglo XIX, debió existir otro carnaje en Cala Gamba del que se tienen pocas noticias.

Fue también en la última década de ese siglo, en 1890, cuando se creó el nuevo muladar, ahora ya en el solar que todavía hoy es conocido como es Carnatge. Estos terrenos pertenecieron a la finca de Son Manuel, concretamente en una esquina de este predio que delimitaba con la vecina finca de Son Mosson Nou y con el mar. Según Galiana, en el verano de 1890 el ayuntamiento de Palma concedió a Blai Real, vecino del Molinar, licencia para construir y explotar un nuevo carnaje. La licencia se otorgó con la condición de que todos los animales del término municipal que muriesen, o tuviesen que ser sacrificados para no consumo humano, deberían ser conducidos a Es Carnatge. También se obligaba a construir un muro perimetral de tres metros de altura, rodeado a su vez de una barrera vegetal de pinos, todo ello para evitar los malos olores en los alrededores así como intentar evitar la entrada de perros u otros animales.

A la incipiente población del Coll d´en Rebassa no le hizo ninguna gracia la nueva ubicación de Es Carnatge, debido, como pasaba siempre, al olor insoportable que salía de aquel lugar, especialmente en verano. Las protestas y denuncias no tardaron en aparecer. Además, tal como afirma Pere Galiana, el tal Blai Real no cumplía bien con sus obligaciones, por lo que en 1898 se dio por caducada la concesión del muladar. Hacia 1910 empezó a trabajar en Es Carnatge un joven de Palma, en Pep Alemany, conocido como es Carnatger o mestre Pep ´Roig´, siendo Roig su apodo. Toda su vida trabajó allí. Gracias a la tradición oral, Galiana ha podido reproducir con bastante precisión la dura vida cotidiana de mestre Pep. Allí le traían todo tipo de animales: muertos o vivos. A estos últimos se los dejaban atados en una argolla que colgaba de la fachada del carnaje. Animales grandes: caballos, mulos, asnos, burras, toros, vacas, bueyes; pero también corderos, cabras, cerdos e incluso perros, eran conducidos hasta allí. De hecho, cuando la perrera municipal estaba llena de perros, se llamaba a mestre Pep. Al llegar allí sacrificaba un buen número de ellos y luego los cargaba en el carro con destino a Es Carnatge. Por lo visto, mestre Pep sabía sacrificar a los animales sin hacerlos sufrir: "... els animals queien rodons sense adonar-se´n de res ni patir cap sofriment, era un espectacle repel·lent i macabre, però era l´únic sistema que tenien al seu abast per acurçar el sofriment a aquells animals que ja no eren útils per treballar, per vellura, per estar malalts o per tenir alguna extremitat rompuda".

El trabajo en es Carnatge era muy duro y requería de mucha experiencia. Uno se tenía que levantar muy pronto, sobre las cinco de la mañana; luego se iba a buscar los animales tanto a los muertos, que se cargaban en el carro; como a los que se habían de sacrificar, que se ataban en la parte trasera del carro. Una vez en el carnaje, se ponía el agua a hervir, luego se desollaban los animales. Había que ir con mucho cuidado a no agujerear las pieles, las cuales eran muy valiosas. Luego quitaban los huesos y se troceaba la carne para luego ponerla a hervir. Posteriormente se secaba al sol. Los huesos, una vez secos, se usaban como combustible para el fuego. Con la carne se hacían piensos, muy apreciados por los criadores de galgos de carreras. Los sebos, extraídos de la grasa animal, se utilizaban para multitud de usos: desde el engrase de las guarniciones de las mulas y caballos, y por extensión, para el cuidado de todo tipo de cueros. Con la grasa de cordero se vendía para la elaboración de jabones y muchas otras utilidades.

Por lo tanto, las desagradables tareas en el carnaje se veían recompensadas por la rentabilidad del negocio. Las pieles se pagaban bien, como también la carne seca y el sebo.

Cuando en Pep ´Roig´, en 1959, se jubiló, nadie quiso continuar con el negocio, por lo que con él se acabó la actividad. Hoy es Carnatge es el único espacio no urbanizado de la costa palmesana y se ha convertido en uno de los paseos más frecuentados por la gente durante su tiempo libre.

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