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Palma a Palma

La amenaza de los cambios

La amenaza de los cambios

Antes, en el periodismo había una regla: "El lector odia los cambios". Cualquier innovación en el diseño, el lugar de las secciones, los chistes, el santoral, la agenda, causa una desazón inevitable en la gente que acostumbra a buscarlos cada día. Es como si entras en tu supermercado de siempre y encuentras todos los productos cambiados de sitio. La sensación es de vértigo total.

Ese pequeño drama se ha vuelto cotidiano con los avances tecnológicos. Porque ahora los cambios ya no son de mecánica, sino de programa.

Uno utiliza, por ejemplo, un correo electrónico en concreto. Y de repente, de un día para otro se lo encuentra reformado. Ya te habías acostumbrado a los comandos, los atajos para ir a determinadas secciones, el tamaño de las letras, la operativa. Y de repente es como si tuvieses que empezar desde cero. El sentimiento de desesperación resulta inevitable.

Porque detrás del negocio informático está la espada de Damocles de las actualizaciones. El espejismo de la inmutabilidad, la estabilidad casi mineral de las cosas, se ha ido al garete. Ahora no sabes cuándo te cambiarán el sistema operativo, programa de las fotos, el mail, el de mensajería, la red social...

Con esa especie de "panta rei" heraclitiano de "todo cambia nada permanece", te das cuenta de que vivimos en una gran contradicción. Convencidos de estar sostenidos por un entramado sólido de operaciones y servicios informáticos. Pero que a la postre resultan fútiles, inseguros, cambiantes hasta el delirio. Y lo que es peor, absolutamente comercializados.

Ninguna oferta informática te garantiza una cierta permanencia. Nunca sabrás si el cúmulo de cosas que guardas se conservará intacto en la próxima actualización. O si perderás las cosas de vista, en el abismo de lo obsoleto. Mientras te sientes indefenso y atónito.

Como los lectores de otro tiempo cuando buscaban en el diario el santoral y no eran capaces de encontrarlo.

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