Cuando Pere Galiana Veiret pisa la céntrica plaza del Rosari, se emociona. Le pasa en otros lugares históricos de Ciutat, pero mucho más en este. "Pienso que piso el mismo suelo que pisaron mis antepasados", se sincera. No como es ahora, claro está. Donde hoy hay una sucursal bancaria, en un extremo de la calle Verí, funcionó con mucho éxito la Fonda del Vapor, un establecimiento fundado por su tatarabuelo en 1808 y que fue todo un precedente de la hostelería en Mallorca, mucho antes de la apertura del Gran Hotel, considerado el pionero de la industria hotelera en Palma.

Galiana recupera esta historia, la de su familia, pero también la de otras sagas; las vicisitudes de los refugiados franceses que llegaron a la isla y la transformación de Palma en su libro La Fonda del Vapor (1808-1948), de Lleonard Muntaner Editor. Su obra, afirma, es "una panorámica" de una época y un lugar concretos.

La Fonda del Vapor fue un local en el que Veyret introdujo el refinamiento de la cocina francesa y que ofrecía un servicio de tal calidad que incluso los cubiertos eran de plata. Lo que hoy nos puede parecer algo habitual, hay que enmarcarlo en una época en que debemos imaginar Palma como una ciudad más lúgubre, sin red de saneamiento y, por consiguiente, más sucia, con toque de queda tres horas después de la puesta del sol, aviso que repicaba en Figuera. Y por supuesto, sin hoteles para visitantes. Tan solo algunas fondas, mesones y hosterías.

Llegada a Palma

La historia de la Fonda del Vapor se remonta a cuando Jean Veyret Baumel desembarcó junto a su mujer, Rosa Serra, y sus dos hijos pequeños en Palma, tras una travesía que Pere Galiana califica como "una odisea", ya que en aquella época se llegaba en llaüts o xebecs, hiciera bueno o temporal. El investigador resalta ciertos paralelismos entre las duras condiciones en las que se embarcaban en siglo XIX y las que hoy afrontan los inmigrantes y refugiados embarcándose en busca de una vida mejor.

Procedente de Barcelona, su tatarabuelo llegó en un momento, en 1806, en que los franceses como él eran considerados personas muy cultas y eran muy bien recibidos, aunque posteriormente la situación cambiara y Veyret Baumel se viera obligado a permanecer recluido en el Quarter dels Milicians durante la invasión francesa.

No hay fotografías del próspero negocio familiar, pero sí un dibujo que Galiana ha incluido en su libro, al que ha dedicado años de recabar información. Algunos recuerdos familiares, pocos y "diluidos", reconoce, pero sobre todo fuentes bibliográficas le han ayudado a completar este repaso no solo de lo que fue este establecimiento, sino de la transformación urbanística y social de Palma. De lo que era la plaza del Rosari, donde existió una vez la casa de Joanot Colom, poco queda. Ni su forma ni sus dimensiones son las mismas.

Pero volviendo al hilo principal del libro, un año y medio después de su llegada, Jean Veyret Baumel abrió una fonda en la calle Sant Nicolauet Vell, que después trasladaría a la plaza Rosari y nombraría la Fonda del Vapor, décadas antes de que el primer barco de este tipo llegara al puerto de Palma. "Puso un nombre futurista. Era un hombre culto, bien informado y que leía", deduce Pere Galiana Veiret sobre la elección de su antepasado, quien sin duda habría leído en los periódicos que un barco propulsado por una máquina de vapor ya había navegado por el río Hudson.

Los hijos de Jean Veyret, apellido que con el tiempo derivó en Veiret, también se dedicaron a la hostelería, con sus propios establecimientos. Esteve abrió Las Tres Palomas, que junto a la de su padre fue considerada una de las mejores fondas de Palma, y Joan creó El León de Oro. "Eran hosteleros cuando aún no se conocía esta actividad", destaca Galiana.

El escritor ofrece un minucioso estudio sobre las vicisitudes familiares, enlaces matrimoniales y origen de diferentes ramas familiares y su entronque con la familia Font y el de esta con los Reynés, del conocido maestro de obras Gaspar Reynés i Coll.

Galiana cree que debió ser en 1838 cuando la Fonda del Vapor pasó a manos de un cuñado de Esteve Veyret Serra, Joan Font Rosselló, perteneciente a una familia de fondistas. La Guía Manual de las Islas Baleares, de Pere d'Alcàntara Penya, editada en 1891 y reeditada en el año 2000, publicaba que la Fonda del Vapor era una de las seis que entonces había en Palma con hospedería. Un anuncio de aquella época indicaba que el establecimiento ofrecía un servicio completo, con "timbres eléctricos y carruaje propio para servicio de los señores parroquianos". Pere Galiana no tiene duda de que contar con esos avances era un síntoma de categoría, pero advierte de que los timbres debían funcionar a pilas, porque en aquella época la electricidad aún no se generaba en Palma.

La historia de la Fonda del Vapor concluye en 1948 (poco antes del inicio del Plan Alomar) "víctima del urbanismo modernizador", afirma Galiana en su obra, que permitirá que Jean Veyret, sus hijos y descendientes, así como los Font y Reynés sigan formando parte de la historia de Palma.

El próximo martes, Pere Galiana Veiret presentará su trabajo en el Centre de Cultura Sa Nostra, acompañado por el historiador Gaspar Valero y el editor Lleonard Muntaner, quien hace tiempo, al igual que Andreu Muntaner, vio un material muy interesante en la historia de la familia. Es la de los refugiados franceses, de los inicios de la hostelería y del inicio de la transformación de Palma en la ciudad que conocemos hoy.