Mi madre solía contar que cuando mi abuela alemana visitó Mallorca por primera vez, allá por los primeros años cincuenta, quedó absolutamente fascinada por las joyerías palmesanas y los kilos y kilos de oro a buen precio que se exhibían en sus escaparates. Tras tomarse su café con leche en el Bar Cristal, mi abuela comenzaba su matutino paseo por las calles de Palma (Colón, Platería, Jaime II y Olmos) en busca de las mejores joyerías y sus estupendas gangas.

Las joyerías, entonces, eran comercios extraordinariamente frecuentados, que cubrían santos, cumpleaños, aniversarios, comuniones y bodas. Piénsenlo, no había tantas cosas que regalar, la gente no tenía tantas aficiones ni inquietudes y una joya siempre hacía quedar como un señor a quien la ofrecía.

Eran tiempos, también, en que los caballeros llevaban cadenas de oro y las señoras, pesadas pulseras de oro con dijes (una mina, una moneda, la cabeza de Nefertiti?). A las niñas nos agujereaban las orejas nada más nacer y nos ponían unos diminutos pendientes y un aro rígido de oro en la muñeca.

Las que tuvimos la suerte de celebrar nuestra Primera Comunión en los setenta la recordamos como una fiesta más esplendorosa que nuestra boda: no era rara la comunión que congregaba a 300 invitados alrededor de una niña vestida de princesa con profusión de tules y muselinas. La lista de regalos se abría en Piña Grau, en Suiza, en Fuster o en Miró y constaba de aros, pendientes con brillantitos, marcos de plata, cadenitas de oro con cruces, dos relojes, medallas y un montón de ceniceros y bandejas de cristal con apliques en plata. Los niños asistíamos estupefactos y algo moscas a este despliegue, ya que hubiéramos preferido que nos regalaran el Quimicefa, la Magia Borrás y la casa de la Familia Hogarín. Las cosas han cambiado: "Ahora, la competencia es Apple, Samsung y EuroDisney", explica Francisco Miró, propietario de la Joyería Suiza, ubicada desde 1964 en la calle Olmos.

Aun así, hay que congratularse de que un nuevo sector de la población haya despertado a la joyería: "Ahora las mujeres se regalan joyas a sí mismas. No esperan, como hace unos años, a que sus parejas o sus familiares se las compren". Qué gran noticia.