Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crónica de antaño

La Casa de la Almoina (Archivo Capitular)

La historiadora del arte Concepció Bauçà de Mirabó ha publicado un trabajo en el que se contestan muchas preguntas sobre este espacio de la Seu

La Casa de la Almoina es la entrada al museo y al Archivo Capitular. M. A. Fius

El bello edificio de la Casa de la Almoina da nombre a la pequeña plaza que flanquea el lateral septentrional de la Catedral de Mallorca. De hecho, esta casa forma parte del conglomerado de edificaciones que conforman el conjunto catedralicio, concretamente aparece adosado a la torre campanario. En la actualidad, la planta baja de la Casa de la Almoina da acceso al museo de la Catedral y al archivo capitular, el cual destaca por ser uno de los de más abolengo de esta ciudad y antiguo reino. Este último se encuentra en el piso superior, al que se accede a través de una escalera de caracol.

A lo largo de los siglos este singular edificio ha sido tantas veces admirado -especialmente su fachada y su artesonado de grandes casetones- como poco estudiado. Recientemente, la historiadora del arte Concepció Bauçà de Mirabó, ha publicado un trabajo en el que se contestan muchas de las preguntas que nos podemos hacer sobre la Casa de la Almoina.

Para empezar, el nombre almoina (limosna) le viene dado por las funciones que tuvo este edificio en sus orígenes. Como recordaba el profesor de historia económica Pedro Fatjó, la beneficencia eclesiástica constituyó durante siglos la columna vertebral de la asistencia pública en las sociedades europeas. Mallorca no era una excepción. Efectivamente, la Iglesia era eje central en la atención a los más necesitados y, tal como apuntaba el historiador Antonio Domínguez Ortiz, las crisis de subsistencia se solían atenuar mejor en los núcleos urbanos con sede episcopal. Por lo tanto, las catedrales eran instituciones muy efectivas en este sentido, y era habitual que se destinasen algunas de sus dependencias o edificios al servicio de los más necesitados.

Para el caso de Palma, la medievalista Maria Barceló documenta por primera vez, en un manzanario del siglo XV, un espacio destinado a estas funciones. Concretamente, en la "talla" (impuesto) de 1478 aparece l'illa de l'Almoina y veinte años después se cita directamente la casa. En aquella época el edificio todavía no tenía el aspecto actual, pues se trataba únicamente de una sala a la que se accedía desde la torre campanario y constaba únicamente de una planta baja. En este espacio también se instaló una capillita, la capella dels pobres, que como su nombre indica estaba relacionada con la función caritativa del edificio. Tal como se puede leer en la inscripción que se encuentra sobre la clave de bóveda de la entrada, la fachada que hoy podemos contemplar se construyó en 1529, una fecha que nos sitúa en una Palma en crisis, en una Palma de importantes cambios.

Hacía pocos años que la ciudad había sufrido una gran convulsión que había durado dos años: las Germanías (1521-23). La Catedral, escenario y refugio de muchos episodios y hechos de la contienda había sufrido de forma especial las calamidades de la guerra. Ahora, transcurridos más de cinco años de aquel desastre, el capítulo de canónigos intentaba retomar la normalidad y centrarse plenamente en las atenciones que requería la Seu. En aquella época ya se habían construído -aparte del cap de la Seu, es decir, la capilla de la Trinidad y la capilla Real -los cuatro primeros tramos de las naves. También se habían finalizado sus portales laterales, el del Mirador y el de la Almoina. Al mismo tiempo, en aquellos años (1526) llegó a Mallorca el escultor aragonés Juan de Salas que introdujo las formas del clasicismo italiano en el repertorio catedralicio, especialmente en la decoración del nuevo coro el cual se había reubicado en la nave central.

Es precisamente en este contexto cuando también se plantea la idea de construir un nuevo edificio para acoger el archivo capitular, pues la sacristía mayor, situada bajo la capilla de la Trinidad, se había quedado pequeña para poder guardar los legajos. Lo mismo sucedía con la biblioteca, por lo que también se trasladó junto al resto de fondos documentales. Bauçà de Mirabó afirma que con este planteamiento de querer construir un edificio específico para la biblioteca y archivo, la Catedral se convertía en pionera entre el resto de catedrales españolas. Se decidió que esta nova llibreria se levantaría encima de la capella dels pobres, es decir, sobre la casa de la Almoina. De esta manera quedaba reordenado este nuevo espacio urbano: esta esquina flanqueada por el portal de la Catedral, la torre campanario y ahora la casa del Archivo Capitular.

Los responsables de estas iniciativas eran algunos canónigos de claras tendencias humanísticas. El primer responsable fue Arnau Albertí, personaje que, como otros muchos humanistas, ha sido estudiado por los profesores Maria Barceló y Gabriel Ensenyat. Albertí procedía de una de las familias nobles más antiguas de Mallorca. Doctorado en Pavía, su buena reputación se extendía hasta Sicilia, donde llegó a ser virrey de Palermo. Famosa fue su biblioteca.

Otro canónigo responsable de las obras del nuevo edificio fue Gregori Genovard, procedente de una rica familia de mercaderes ciutadans, también humanista, doctor en teología, fue el primer rector del Estudio General Luliano. Dejó su herencia a las limosnas de la Catedral. Un tercer canónigo a destacar fue Arnau de Santacília, también procedente de la nobleza. Vivió muchos años en Italia, fue protonotario apostólico y llegó a formar parte de la corte del papa Borgia. Tras su jubilación vino a retirarse a su reino natal.

Una vez en Mallorca se convirtió en protector de las limosnas. En su testamento donó dinero para el nuevo edificio, concretamente cincuenta libras que sirvieron para pagar la cubierta. Ahora bien, lo más sugestivo de su presencia en la ciudad fue la biblioteca que trajo de Italia. Por lo visto el repertorio bibliográfico era impresionante, con una clara especialización en temas clasicistas. Entre sus libros había " ...una flota de llibres de stampa [grabados], en paper, de humanitats e altres obres, que dit difunt havia aportades [traído] de Ytalia". Bauçà de Mirabó apunta que esta biblioteca supuso un importante elenco de modelos visuales clasicistas, que indudablemente debió condicionar los modelos fabricados en la Catedral y, por extensión, otros edificios de la ciudad.

Como se ha podido comprobar, el Renacimiento rezumaba entre los promotores de esta casa. En cambio, el discurso constructivo que se eligió para el edificio fue el de las formas del gótico, o como dice Bauçà de Mirabó " el seu frontis hauria pogut constituir una aposta més explícita pel classicisme". La respuesta a este hecho es sin duda el importante peso de la tradición gótica entre los maestros de obras, influencia que se mantuvo durante siglos -hasta prácticamente el siglo XIX- en la arquitectura de la isla. Fue precisamente el maestro Miquel Burguera el encargado de llevar a cabo las obras de la Casa de la Almoina. Burguera surgía del círculo de picapedreros mayores -Pere Antich o Jaume Creix, por ejemplo-, todos ellos responsables de las obras del Real Patrimonio.

Los castillos de la Almudaina, de Bellver y de Sineu, fueron algunos de los edificios en que actuaron estos maestros.

La fachada se comenzó a construir en 1528. Sabemos que la piedra ( pedra blanca) procedía del pedra blancacap d'en Feliu . El veinte de marzo de este mismo año se colocaba la cimbra para las dovelas del portal mayor. El piso superior viene marcado por una naia o balcón corrido, el cual originariamente era todo de piedra. Este recurso era habitual en patios interiores pero no en fachadas exteriores, de ahí la novedad. En cuanto a las aberturas del piso superior se resolvieron con arcos conopiales y tracería gótica tan habituales, por otra parte, en la arquitectura mallorquina. Los pocos elementos decorativos de la fachada fueron encargados a Juan de Salas quien elaboró la efigie que aparece en la base del balcón y los serafines del voladizo. El artesonado de grandes casetones del piso superior fue iniciado en la primavera de 1529 con madera traída de Valencia. Fue el primero de este estilo en la isla. A pesar de que la tradición gótica señorea el edificio también es verdad, que la equilibrada composición de la fachada es deudora del clasicismo, estilo predilecto de los canónigos promotores.

En definitiva, la Casa de Almoina es una muestra singular de la gran destreza que tuvieron los maestros de obras de la isla y que tanto lustre dieron al patrimonio arquitectónico mallorquín, hoy tristemente olvidado.

Compartir el artículo

stats