Jaume I contempló la Ciutat de Mallorques desde una altura próxima a Portopí: "E vim Mallorques, e sembla'ns la plus bella vila que anc haguéssem vista". Casi ocho siglos después, Palma o Ciutat sigue siendo hermosa. Vista desde el mar, desde las alturas de Bellver o desde el casco antiguo. En la larga distancia y en la corta.

"Los días con las noches parecen lunares de almizcle en las mejillas de la aurora", dijo el poeta Ibn al Labana sobre la Madina Mayurca. Del versificador al estadista. Todos quienes han escrito sobre la capital de Mallorca se han dejado embrujar por su encanto. Jovellanos la admiró incluso desde su cárcel de Bellver: "De cualquier parte que se mire la escena en que fue colocada la ciudad de Palma, aparecerá muy bella y agradable".

Para Charles W. Wood Palma tenía un "carácter sumamente oriental, muy atractivo". El Arxiduc Lluís Salvador dedicó todo un libro a describir el espacio físico, la actividad económica y las costumbres de la segunda mitad del siglo XIX. Los primeros viajeros que arribaron a la isla en el tránsito entre los siglos XIX y XX, muchos de ellos animados por la lectura del Die Balearen, vivieron y narraron la ciudad. Hasta Jules Verne logró una descripción meticulosa de Palma recorrida por unos caballos desbocados. Tiene mérito, porque el escritor francés jamás estuvo en la isla.

Palma vivida, Palma criticada, Palma imaginada, Palma inventada, Palma loada... Son tantas las facetas que ofrece la ciudad que solo los insensibles absolutos pueden mostrarse indiferentes a su belleza o frente a los desastres urbanísticos cometidos. Es posible maravillarse con la luz que aporta el mar y, al mismo tiempo, lamentar la avaricia que aleja a los palmesanos del Mediterráneo.

Palma puede, debe, vivirse con pasión. Por Palma han de luchar los políticos, los empresarios, los jóvenes y los jubilados. Palma se merece que los escritores de hoy y de mañana sigan dedicándole frases bellas.

Posdata: Después de 1.300 artículos de Sa Torreta dedicados, espero que con pasión, a Palma, llega el día de bajar el telón. La jubilación llama a la puerta.