-A simple vista, el desaparecido poblado de Penamoa y Son Banya son muy similares.

-Por lo que he leído yo, también. Penamoa era un poblado con condiciones de vida muy duras, muy, muy castigado por la droga, en su momento fue llamado el supermercado de la droga del norte de España. Partió de un pequeñito poblado que hubo en los años 80 y por efecto de la droga se fue degradando y las condiciones, cuando nosotros entramos, eran muy complicadas. Durante muchos años fue el foco de delincuencia de la ciudad de La Coruña, donde todo acababa, el poblado más dejado de la mano de Dios y donde incluso las labores policiales se veían muy dificultadas.

-Ahora es zona verde. ¿Qué se hizo para desmantelarlo?

-Todo arranca a partir de que La Coruña necesita más infraestructuras y una de ellas es una carretera de circunvalación, la tercera ronda. Ese trazado atravesaba directamente por el poblado y por temas políticos, de subvenciones de obras públicas, se agilizó el proceso. Había que intervenir y realojar a la gente. Sí es verdad que hubo un compromiso político de que se quería eliminar, porque desde hace años se estaba trabajando en la erradicación de poblados chabolistas en La Coruña.

-¿Qué fue clave para conseguir buen resultado? Quizá hubo meteduras de pata...

-Pues de las dos cosas podría contar. Clave fue hacerse una posición de confianza con los propios moradores. Cada uno intenta hacer lo que tiene que hacer, pero dentro de un respeto. Esa posición de confianza se va consiguiendo acercándose a ellos un poquito. Este asentamiento estaba formado por el colectivo gitano y ellos le dan mucha importancia a la palabra, a acuerdos verbales... Eso al final forjó una confianza. Y también el equipo humano que hubo era muy pequeño, pero tuvo mucha implicación personal.

-Durante el realojo hubo protestas.

-Hubo protestas por todos lados, de los propios residentes, por parte de los ciudadanos hubo un miedo cerval, por la tipología de la gente que vivía en Penamoa. Incluso se hicieron patrullas urbanas, gente que llegó a registrar algún vehículo por el tipo de personas... Era algo descabellado.

-¿Cómo se consiguió calmar la situación?

-No se hicieron grandes operativos, todo el trabajo fue de pico y pala. Pequeñas intervenciones, muy poco a poco, ir demostrando nuestra posición "de fuerza"... Y también que ellos viesen que esto tenía fecha de caducidad. Penamoa era un poblado en el cual la Policía no podía entrar, y cuando entramos no éramos bien recibidos y poco a poco lo fuimos haciendo por varias vías, casi sin que se notase y la gente fue viendo que las chabolas caían, que les íbamos exigiendo cumplir más requisitos, trámites, esas cosas a las que no estaban acostumbrados... Y al final eran conscientes de que los que estaban implicados en sentencia judicial iban a salir sí o sí. No hubo ningún problema gordo en el desalojo, no hubo grandes dispositivos y a pesar de esa ira por parte de todos, no hubo nunca violencia.

-La Policía Nacional ha detectado movimientos de los clanes de la droga para asentarse en otros lugares...

-Hay cosas que no se pueden evitar y van a seguir estando ahí. Hay familias que han vivido toda su vida de la droga y seguirán viviendo. Sí, el negocio se traslada y cuando tienes un territorio del que no puedes salir, como es esta isla, va a ser un problema y hay que abordarlo. También a nivel policial. El Cuerpo Nacional de Policía, que es el que tiene competencias, tiene que estar mucho más encima, evidentemente, y va a tener que moverse más. Pero también ha habido experiencias sorprendentes. Yo he visto alguna familia que llevaba toda la vida vendiendo droga y ha dejado de hacerlo voluntariamente. Y no ha sido por presión policial. Ha sido por convicción, porque simplemente un patriarca se convirtió de religión y a partir de ahí dejó de hacerlo. Algo increíble. Muchas veces hay que explorar posibilidades que no tenemos ni contempladas, porque no sabemos donde está la solución.

-¿Qué se puede hacer?

-El caballo de batalla es su modus vivendi. En Penamoa era la droga, en otros es la chatarra... La legislación está cortándoles su modo de vida, porque si no eres gestor de residuos tienes muchísimas dificultades para hacer lo que hacías antes, entonces necesitas formación, necesitas tu carné, unos requisitos importantes. En otros poblados vivían del marisqueo ilegal, que ahora es delito... No podemos quitarles el modo de vida sin facilitarles alguna salida, porque el problema se va a engrandecer, no digo que haya que hacerlo con pensiones. No, hay que fomentar la formación, las salidas laborales a lo que ha sido su modo de vida.