El Bosch es a Palma lo que fue el Zúrich para los de Barcelona o el Gijón para los de Madrid. Para los locales y los de paso. Son bares que hablan de la ciudad porque encierran historias de café, copas y en su tiempo de mucho humo. Puro escenario literario y cinematográfico.

El bar Bosch surgió un mes antes de que estallara la Guerra Civil en 1936. Ni la sangrienta confrontación, ni sus posteriores años oscuros pudieron con aquel local abierto por Jaume Bosch, "un gran cocinero", aprecia Nofre Flexas, actual propietario que adquirió el bar en 1975. Se sabe poco del que da linaje al bar más popular de la ciudad y uno de los pocos que resisten las tentadoras ofertas de compra. "¡Sí, han venido muchos...! La respuesta siempre es la misma. Tengo dos hijos y aquí hay pan para todos", dice Nofre Flexas.

A su lado, el hijo que lleva el mismo nombre y continua el negocio junto a su hermano Carlos. Ellos son el presente y el futuro de un bar que dos años atrás convirtió su altillo en restaurante. En abril, abrirá el hotel Bosch y apartamentos turísticos. Los Flexas también se apuntan a la ciudad de moda.

"No somos hoteleros pero queríamos reinvertir en el bar y en los pisos que tenemos al lado. El nombre es reclamo, estamos bien situados y Palma está bien posicionada", enumera Nofre Flexas, hijo. Él no cree que "la ciudad esté saturada, salvo días nublados que hay más cruceros y los de la costa vienen a Palma". Sin embargo, aseguran que el bar Bosch sigue teniendo una clientela "local, por encima de turistas".

Un simple vistazo en su interior les da la razón. El que fuera lugar donde se daban cita "muchos pintores como Joan Miró; y sus hijos David y Emilio Fernández Miró"; gentes de teatro -"no me he reído con nadie tanto como con Xesc Forteza", confiesa Nofre Flexas-, incluso la realeza, el actual Rey fue cliente del Bosch cuando era príncipe de Asturias, tiene mucho carrete. Los Flexas recuerdan como cuando Kissinguer estuvo en el bar, un mallorquín y cliente asiduo dijo: "Com així ha triat el mateix bar que jo?" Pura sorna mallorquina.

Si una peculiaridad tiene este bar, además de ser punto de encuentro de Palma, es el ofrecer la langosta más barata del mundolangosta más barata del mundo. Para algunos quizá la más sabrosa. Antes que Orgull Llonguet rescatara la costumbre del bocadillo de miga blanca con raya enmedio, el Bosch era conocido internacionalmente por sus crustáceos de harina. "Fue un camarero el que le puso el nombre. Un buen día al servir el llonguet tostado y restregado con tomate de ramallet, dijo, 'una lagosta", rememora con risas Nofre Flexas, quien a sus 76 años no puede dejar de pasar cada día por el negocio al que ha dedicado más de cuatro décadas.

Otra de las características del bar son sus camareros. Quien tenga más de cincuenta años recordará a Sebastià, Damià, Baltasar, Toniet, Toñito, Rafel y Juan, entre otros. El larguirucho Baltasar, ya jubilado, decía muy serio pero lleno de guasa, "que para trabajar aquí hay que hacer oposiciones".

Otra virtud de los propietarios es mimar a sus clientes. "A los veteranos que viven solos en residencias de ancianos, vamos a verles", aseguran los Flexas.

Nadie ha escrito la novela del bar, aunque sí ha servido de escenario para una narración de intriga y ha sido filmado pero tampoco han cedido los Flexas a dejar que el bar sea plató. "¡Es un bar", recuerdan.

Nofre Flexas consiguió hacerse con el negocio del fundador diciéndole: "Usted seguirá siendo el dueño moral, el amo". El linaje así lo atestigua.