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Sa Torreta

La deuda de Palma con los 'xuetes'

La plaza Gomila fue escenario del auto de fe de 1691. Manu Mielniezuk

Aqueix monument seria coronat per tres figures: les de Rafel Valls, saboner, de 51 anys; Rafel Benet Tarongí, negociant, de 21 anys, i la seva germana Caterina Tarongí, de 45 anys".

Así describe el político y diplomático mallorquín Gabriel Alomar (1873-1941) el remate que, en su opinión, debería tener un monumento expiatorio dedicado a los xuetes. Su grito de reparación de una injusticia secular fue publicado en el semanario satírico La campana de Gràcia.

Alomar evocaba sus paseos por las laderas del castillo de Bellver, que hasta la eclosión del turismo prácticamente besaban las aguas de la bahía. Recordaba el auto de fe en el que en 1691 fueron quemados los tres protagonistas del monumento. Recupera la frase que durante siglos fue utilizada para describir la obstinación suprema: "Falet no't dons". La dedicó Rafel Valls desde la hoguera a uno de sus hijos para incitarle a perseverar en la fe de Moisés.

El político republicano justificaba su propuesta de erigir un monumento: "No crec que pugui haver-hi en tot el món motiu més fort per a alçar una gran pedra d'expiació a les cruentes injustícies". Alomar escribía antes de que Adolf Hitler superara la crueldad inquisitorial y la propaganda antisemita del infame jesuita Francisco Garau, autor de La Fe triunfante.

Eran tiempos en que ni siquiera los descendientes de los xuetes querían que se hablara de la persecución sufrida. Alomar se preguntaba al final de su artículo si un día se levantaría sobre "la ribera del sacrificio" el monumento "vengador".

La propuesta de Gabriel Alomar jamás se materializó.

Hace seis años, un grupo de artistas lanzó una propuesta similar: dedicar un memorial en los jardines de sa Quarentena a los judíos víctimas de la intolerancia y el fanatismo. El Ayuntamiento de Palma y el Consell paralizaron la propuesta sin ofrecer alternativa.

Berlín ya ha levantado un museo y un memorial para que nadie olvide el holocausto. Mallorca ha dejado pasar tres siglos sin dedicar un recuerdo a las víctimas judías del fanatismo religioso.

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