El santo de la ciudad es un niño que quiere subirse a lo alto en una torre que llaman rocódromo. La niña que honra al virtuoso es una aguerrida amazona que cabalga sobre el caballo de hojalata que no para de dar vueltas en el eco tiovivo.

Cientos de estos niños se han acercado al Parc de la Riera en una de las iniciativas de Cort más aplaudidas por los padres: el Sant Sebastià Petit. No importa que a lo lejos asomen unas nubes densas de un color gris cenizo. Los huevos que han ofrecido hoy a santa Clara las cofradías de sant Tianet están resultando milagrosas. Cuentan incluso que la Revetla del próximo viernes 19 va a celebrarse sin lluvia, la amenaza de cada año que tozuda, suele traer agua.

Mientras, van llegando los pequeños madrugadores al encuentro de gigantes y cabezudos, con el tañido de las xeremies hasta que les reemplazan los insinuantes Los Rabinovich: Jêtlak, un trío de viento que desparrama notas por sa Riera.

Ajeno a músicas, el crío Dídac Roset, que a sus 4 años, ha alcanzado la cima de esa torre del rocódromo. "Aplaudo a Cort que hayan incorporado esta actividad que incentiva a que los niños pierdan el miedo; algo que me parece muy positivo para su crecimiento", expresa la madre Nadir Oliver, sin perder detalle del ascenso y descenso de su pequeño "Spiderman".

En el lado opuesto del parque, hay baile. Los de Mel i Sucre invitan a que niños y padres muevan el esqueleto sin perder el compás.

Otros cultivan el intelecto en el juego de cifras y letras donde a partir de la selección aleatoria de números y vocales y consonantes aprenden a desmenuzar cifras y a construir palabras. Como la de un pequeño de 4 años que ha escrito "Raonar".

Transcurre la mañana con la razón del juego, la herramienta que no falla para sacar al niño que llevamos dentro, contagiados por esos cientos Sant Sebastià Petit.