Quien no ha conocido la calle Olmos antes de su peatonalización en 1990, no sabe lo que es el tráfico. ¡Aquello sí que era follón urbano del bueno! Camiones, turismos, taxis, motocicletas, furgonetas de reparto, todos en un exiguo espacio, tratando de circular entre coches detenidos "cinco minutitos" y nubes de peatones en procesión por las aceras, tan estrechas que no podías pasear con tu novio cogido de la cintura.

En Olmos estaban las tiendas de moda juvenil más chulas de Palma (recuerdo Charanga y Xispas) y a las adolescentes nos encantaba darnos una vuelta por allí. Obviamente, estaba abierto el Bar Can Vinagre, que sigue vigilando lo que acontece en Olmos con el Tío Mateu al frente.

No hay niño palmesano que no se haya quedado embobado frente al escaparate de la juguetería Babelín, donde un monito vestido de verde daba vueltas sobre su trapecio. Ir a ver el mono de Olmos era un buen plan de tarde navideña. También estaba la Joyería Suiza, la librería Fiol y sus libros de viejo, la administración de lotería con el loro y, creo recordar, una tienda de discos.

En la parte alta de la calle (nunca he sabido si arranque o final), se erigía el Hospital Militar, cuyo umbral custodiaban dos soldados ¿con sendos cascos blancos? No sé, de ello hace tanto tiempo y mi recuerdo es tan difuso que bien pudiera ser nada más que un sueño.

La calle tenía una extraña excrecencia a la derecha que era conocida como Galerías Olmos. Era -es todavía- un sitio extraño. Concebido como una corrala, tiene sin embargo un aire lóbrego que no le abandona nunca, sean cuales sean los negocios que allí tratan de sobrevivir. Los palmesanos, por una razón que desconozco utilizamos este lugar para llegar a Olmos desde la Plaza de los Patines, pero nunca para pasear o mirar escaparates. Cuando yo era pequeña, había allí bastantes tiendas de ropa infantil y un negocio de fotocopias y sellos de goma que todavía existe. De hecho, hubo un tiempo en que nadie podía vivir sin una fotocopiadora de referencia, especialmente si eras estudiante. Las fotocopias echaban humo a golpe de apuntes. Hoy, como somos tan modernos, gastamos tóner doméstico que compramos a precio de plutonio.