En la panadería de la plaza Progreso, el antiguo horno de Can Felip, se ha colgado el letrero 'Se traspasa'. El barrio se remueve. Conocen al panadero Antonio Aguiló, que a sus 70 años, se quiere jubilar. "Es un trabajo muy duro. Aquí llegué con 56 años. Hice una reforma que me costó 30.000 euros. El local es muy bueno, y se podrían hacer cosas. Yo ya no tengo fuerzas. Mi hijo me ayuda, pero se necesita mucha fuerza de voluntad para trabajar en un oficio tan duro como éste", cuenta Aguiló. Desde el obrador se despachan los cremadillos y ensaimadas que les dan fama en el barrio, y más allá. Él conoce el oficio desde años atrás. Antes trabajó en La Valenciana, en la plaza Atarazanas. Hacía pan. Pero fue el reparto por toda la ciudad del pan sobao el que le granjeó fama. "Es de la península, que dura mucho. Aquí no se conocía", cuenta quien lo repartió por la isla.

Desde que ha colgado el letrero de traspaso, se han acercado "algunos extranjeros". "Este local de 300 metros cuadrados sería ideal para montar una cruasantería", opina.